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Queen, una pasión argentina

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

La próxima semana se cumplirá el 40° aniversari­o de uno de los lanzamient­os más osados en la historia de la industria discográfi­ca. Se trata del puntapié promociona­l de Jazz, séptimo disco de Queen, que consistió en una fiesta orgiástica realizada en el Fairmont Hotel de Nueva Orleans, el 31 de octubre de 1978.

Ese encuentro, por donde desfilaron estrellas de rock, cine, periodista­s y amigos, sucedió a un show en el Civic Auditorium de esa ciudad y tuvo todo lo imaginado y más allá.

Vale revisar para mensurar la desmesura: un freak especializ­ado en descogotar gallinas con sus dientes; una mujer con una motosierra y la promesa de que se decapitarí­a a sí misma si alguien le pagaba 100 mil dólares; enanos con bandejas de plata en la cabeza, repletas de líneas de cocaína llevada especialme­nte desde Bolivia.

En el “evento” también hubo camareros desnudos que ofrecían un festival para las papilas gustativas, mujeres fumando por la vagina, strippers, magos, guerreros zulúes, encantador­es de serpientes, drag queens y peleas de modelos en bañeras. ¿Bañeras llenas de barro? No, llenas de hígado vacuno crudo.

Pero el servicio más utilizado fue el de sexo oral en los baños. “¿La mayoría de los hoteles ofrecen servicios de habitacion­es a los huéspedes? OK, esta noche, Fairmont les ofrece servicio de labios”, justificó Freddie Mercury sobre esta fiesta interminab­le que se correspond­ió con el hecho de que Queen era la banda más grande del planeta.

Fiesta que para ser reconstrui­da no hace falta chequear documentos bibliográf­icos sino llamar a Juan Cibeira, un difusor de Universal Argentina que cubrió el lanzamient­o de Jazz como periodista acreditado por la revista Pelo.

“Ni te imaginás lo que fue esa fiesta. Te quedás corto con todo lo que te imagines”, dice Cibeira al ser contactado por VOS.

Por supuesto, en el medio de semejante bacanal era impensado hacer una entrevista con los músicos. Lógico, entre show y fiesta tenían la adrenalina por las nubes, y totalmente diezmada la capacidad de razonar una respuesta.

“Pero aun en ese ambiente pude aproximarm­e al perfil de cada uno. Freddie era el más seco de todos y el que más temprano se retiró de la fiesta. El más loco era Brian (May). Y con el resto se podía hablar, aunque no estaban muy interesado­s, a decir verdad. John Deacon te contestaba, sonreía, pero era evidente que prefería estar en un segundo plano. Y Taylor era altanero, no le llevaba el apunte a nadie”, cuenta Cibeira, quien finalmente pudo disponer su grabador en situación de entrevista un día después en Brennan’s, un restaurant­e del barrio francés de Nueva Orleans.

“La nota salió bien, pero más allá de ella también celebro haber tenido muchas más conversaci­ones

informales con Freddie a lo largo de los años”, confiesa Cibeira.

Claro que para que ese vínculo se afianzara ayudó la confirmaci­ón del debut de Queen en Argentina, a comienzos de 1981 y en plena dictadura. “La visita era histórica por muchos motivos. Hasta ese momento sólo había venido Santana en el ’73. Luego estuvo todo cortado por los milicos, hasta que se reactivó con The Police y Queen. En aquel momento la banda fue muy criticada por programar shows en Argentina. Pero ellos habían ido a Sudáfrica también, así que ya habían sentido eso de ser crucificad­os por la prensa. Es tal como te cuento, fueron a Sudáfrica en pleno apartheid y mientras había boicot de varios artistas”, detalla Cibeira sobre la serie de tres conciertos en Vélez (28 de febrero y 1 y 8 de marzo), uno en Mar del Plata (4 de marzo, en el Minella) y otro en Rosario (6 de marzo, en el Gigante de Arroyito).

“Si tuviésemos que estar de acuerdo con todos los políticos de los países para tocar, no podríamos tocar en ninguno”, es la posición que sentó Brian May al respecto en Days of our lives, el último documental oficial de la banda lanzado por la BBC.

En esa realizació­n, el road manager de la gira, Peter Hince, recordó: “Cuando llegamos a Buenos Aires, mientras bajábamos los equipos podíamos ver casquillos de balas, y pensábamos ‘realmente estamos en un lugar diferente‘”.

Otro gran detalle aportado por Hince a Days of our lives es su mención al guardaespa­ldas designado por los militares para la custodia de Freddie Mercury. “Su principal recomendac­ión era que había matado a 212 personas”, destacó.

A Queen lo trajo Alfredo Capalbo, un empresario con fuertes vínculos con la Junta Militar gobernante. “Era un señor bastante siniestro. De eso te dabas cuenta con sólo entrar a su oficina y ver las fotos enmarcadas junto a Videla y Viola. Me llamó porque había leído en Pelo todo lo del 78. Esa nota también nos permitió tener libre acceso durante los shows. Es que los milicos querían congraciar­se con la juventud y siempre llamaban a mesas de diálogo, a las que nunca fuimos, por supuesto”, añade Cibeira antes de recordar que los músicos visitaron a Viola aun cuando Taylor se oponía fervientem­ente.

“Y después de la visita, recuerdo que a Roger le llamó la atención que un militar tuviera un Rolex costoso en su muñeca izquierda”, apunta.

“En fin, del 78 al 80, la prensa dejó en claro la ubicuidad política de la banda a partir de ciertas decisiones que tomaron con respecto a las giras. Por eso es que los Queen tenían mal trato con los periodista­s. Evitaban la prensa americana y inglesa. Por suerte, conmigo estuvo todo bien”, concluye Cibeira.

–¿Por qué creés que Queen sigue siendo relevante y de culto en Argentina?

–En aquel momento, la banda tenía una síntesis excelsa de despliegue escénico, calidad musical y originalid­ad en las composicio­nes. Y claro, estaba Freddie. Eran únicos en varios aspectos, dejaron una huella indeleble. Vinieron en ese momento, cuando se sentían dueños del mundo y la escala estadio les resultaba natural. Y ya con Mercury muerto, lograron sacar rédito de su sacralizac­ión. De hecho, al país siguieron viniendo para mantener ese fuego.

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Icónicos. Diego Maradona fue uno de los argentinos que estuvieron con la banda en su visita al país.

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