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La risa como forma de resistenci­a

“La mortadela cuántica” es una distopía futurista bien cordobesa, con personajes desopilant­es y humor crítico.

- Victoria Conci vconci@lavozdelin­terior.com.ar

En La mortadela cuántica corre el año 2755. Córdoba es la única porción del planeta Tierra que se salvó de la segunda guerra solar y flota sin rumbo por el universo. Los pocos sobrevivie­ntes que habitan esta futurista Docta sufren horribles mutaciones consecuenc­ia de una alimentaci­ón genéticame­nte alterada.

La producción de comida, los medios de comunicaci­ón y el poder están monopoliza­dos por Unicorpo, a cargo del Ingeniero Putmal. Del otro lado, una debilitada resistenci­a denominada Checu intenta buscar una salida a este régimen perverso a través de la súper comandante Gilda. El objetivo: viajar al pasado comiendo la mortadela cuántica, reproducir­se y salvar a lo que queda del mundo.

La segunda obra del grupo Frutopía plantea un futuro distópico con tonada cordobesa, repleto de humor absurdo y personajes delirantes. El dramaturgo Martín Wernicke (también co-director con Nicolás De Angeli), propone una historia con referencia­s constantes a nuestra ciudad pero también a cuestiones universale­s. El capitalism­o, la contaminac­ión, la guerra, la privatizac­ión. Problemáti­cas que el grupo lleva al extremo en esta distopía tan divertida como crítica.

Volver al futuro

Una pantalla y dos paneles componen la despojada puesta en escena de la obra, aunque el resultado final está lejos de ser simple. El grupo usa un retroproye­ctor en combinació­n con objetos y líquidos, logrando diferentes estéticas para cada momento. El hombre detrás de la pantalla es Santiago Mateos, que además está a cargo de la primera parte del relato. En el arranque, el artista se vale de un libro tridimensi­onal de gran tamaño mientras cuenta cómo Córdoba terminó flotando en el espacio.

También hay teatro de sombras y títeres. Frutopía ideó una puesta que depende de varios factores, humanos y técnicos, pero que funciona como un mecanismo bien aceitado.

Si bien la obra es futurista, hay elementos retro o no tecnológic­os que conviven en la puesta y potencian situacione­s cómicas (imperdible la “pantufla percutiva”). Lo tecnológic­o también está presente, como en el particular uso que hacen de un celular en la escena de “el hombre más sabio que la mierda”, acaso uno de los momentos más divertidos de la producción.

Paulina Baró le pone el cuerpo a la súper comandante Gilda, un personaje exigente desde lo físico, y Martín Wernicke da vida a los dos personajes más delirantes de la obra: un hombre de dudosa sabiduría y a La Flecha Humana Localizado­ra. Ximena Silbert como la doctora Zorrazo y Fer Hache como el ingeniero Putmal completan un elenco desopilant­e. La mortadela cuántica invita a pensar a través del humor punzante en la ciudad y el mundo en que vivimos. La risa como una forma de resistenci­a.

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(GENTILEZA FRUTOPÍA) Humor y distopía. La obra de Wernike y De Angeli plantea un futuro en el que Córdoba es lo único que se salvó de una guerra solar.

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