Una “biopic” que no está a la altura
Difícil escribir sobre una película que toca tantas fibras y apela a la nostalgia a partir de la figura de uno de los artistas más grandes de la historia de la música. Pero es justamente por eso que Freddie Mercury y Queen merecían un retrato que le haga justicia a su épica y no la película superficial y puritana que resultó.
Es que Bohemian Rhapsody es un recorrido por algunos hitos de la vida de Mercury llevados a la pantalla de manera torpe y, lo que es peor, pacata.
Por ejemplo, quién no escuchó hablar alguna vez de las fiestas de la banda estadounidense donde abundaban los excesos, mostrada en el filme como algo más parecido a una matiné que a un evento repleto de sexo, drogas y rock & roll. La manera en que se abordan temas como la sexualidad del cantante y el consumo de drogas esconde una moral por lo menos cuestionable. El resultado: una película que no parece acorde a los tiempos que corren y que no está a la altura de la convulsionada vida de una estrella como Mercury.
La participación del guitarrista de Queen Brian May y el baterista Roger Taylor como productores de Bohemian Rhapsody explica ese aire a biografía demasiado autorizada a la que se la come la corrección.
Los momentos musicales del filme probablemente sean lo mejor, en especial la minuciosa reproducción del concierto que dio la banda en el Live Aid en 1985. Sin embargo, eso no alcanza para redimir a una película demasiado lineal y convencional que además dura un poco más de lo necesario (2.13’).
Rami Malek está bien en los zapatos de Freddie Mercury, aunque podría haber sido el papel de su vida si hubiese estado acompañado de mejores circunstancias.
Bohemian Rhapsody termina siendo una película poco memorable para una banda que quedará en nuestra memoria para siempre.