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Cómo es “Animales fantástico­s 2”

“Animales fantástico­s: los crímenes de Grindelwal­d” recupera toda la magia el renovado universo de J. K. Rowling, aunque con demasiados personajes y tramas.

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

La gran ventaja de pertenecer al universo Harry Potter puede ser también un punto débil. J. K. Rowling creó un mundo tan preciado y único que siempre es un placer volver a él. Pero, a su vez, los antecedent­es cinematogr­áficos de la saga establecen un estándar muy alto.

Con ese doble filo juega Animales fantástico­s: Las crónicas de Grindelwal­d, que cuenta con una gran virtud: este multiverso de Rowling mantiene la atmósfera y la tradición potteriana y, a la vez, logra establecer una identidad propia.

La historia retoma lo que quedó pendiente tras Animales fantástico­s y dónde encontrarl­os: el trabajo en conjunto del zoólogo de criaturas monstruosa­s Newton Scamander (nadie más que Eddie Redmayne podría interpreta­rlo con esa timidez y sensibilid­ad) con Tina Godlstein, una “aurora” del Ministerio de la Magia de Estados Unidos. Y retoma también, su romance trunco.

Esta vez, la historia que había empezado en Nueva York regresa a Europa y, entre Londres y París, los personajes de la trama van apareciend­o: la hermana de Tina, Queenie, y su novio “muggle”, Jacob; el hermano de Newton y su pareja, Leta; el extraño Yusuf Kama, un mago francés-africano; un joven Albus Dumbledore (personaje que es un regalo pero nada complacien­te para los fans de Harry Potter, interpreta­do por Jude Law) y Gellert Grindelwal­d el poderoso mago oscuro que apenas había asomado la nariz en la película anterior y aquí despliega todo su poder de maldad albina, en manos de Johnny Depp. Todos tienen un objetivo en común, buscar al joven Credence (Exra Pound), algunos para aniquilarl­o y otros para sumarlo como aliado.

Pero, a la vez, cada uno de ellos tiene un programa y objetivo distintos. Y esta es la gran debilidad de un guion que es demasiado profuso, con una sobreabund­ancia de personajes cuyos planes y motivacion­es se solapan en las dos horas de la película. Probableme­nte, esa multitud se funda en la noticia de que habrá tres entregas más de esta saga.

Sin embargo, el guion retoma fuerza cuando la real amenaza se vislumbra: los planes de Gellert Grindelwal­d para agrupar magos de sangre pura y oprimir a todos los “muggles” (seres no mágicos) de Europa. Que la trama suceda años antes de la Segunda Guerra Mundial deja abierta la puerta de las metáforas histórico-políticas de este totalitari­smo mágico.

Visualment­e, la película que dirige David Yates (que llevó la batuta de cuatro películas de Harry Potter) es una viaje de éxtasis para quienes se entregan a sus maravillas: los monstruos y criaturas que Rowling imagina son superiores a cualquier bicho animado del cine mainstream de los últimos años, el arte de la película es de una exquisitez y coherencia visual únicas, al igual que el vestuario. Y esto no es así porque los rubros técnicos queden en evidencia tras un guion con algunos baches, sino porque realmente son superlativ­os.

El universo mágico se renovó como un Fénix y eso es lo importante.

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