Un tibio retrato ATP que queda a medio camino
La obra de Charly García es tan grande, profunda y emocionante que hasta podría alcanzar con hacer un collage aleatorio de imágenes de shows y entrevistas para tener un rico y emotivo producto biográfico. Y algo así es lo que sucede con BIOS. Vidas que marcaron la tuya en su edición dedicada al genio argentino.
Nadie podría negar que en el documental se viven emociones fuertes. La cabeza y el alma viajan a mil por la carrera de García. Pero esto es sólo mérito de la riqueza del mayor compositor que ha dado este país.
El hilo narrativo, si bien es cronológico (y eso ordena los tantos) se pierde en buenas intenciones y testimonios poco aprovechados. Además, la elección de Julieta Venegas como host (de quien nadie discute su talento) parece ser más producto de una estrategia comercial de la señal latinoamericana, que el acierto de un personaje que logra correr el velo de uno de los artistas más interesantes y caóticos del planeta.
Aquí otro punto: si bien las biografías documentales suelen tener un carácter celebratorio, la de Charly decide casi no meterse en el perturbado mundo que llevó al músico al borde de la locura y la muerte.
Si bien hay guiños a ese submundo que lo llevó a tirarse de un noveno piso o a hacer y deshacer a su antojo cualquier cosa que pasase por su cabeza (es famosa la frase: mi capricho es ley), el relato apenas sobrevuela el caos compositivo, mental y personal que vivió durante años. Esa misma tibieza ATP, es la que se queda a medio camino para mostrar su genialidad musical. Apenas el testimonio del productor de Clics Modernos, Joe Blaney, aporta datos curiosos e importantes sobre el proceso creativo del enorme hacedor de canciones.
Charly es tan grande, que sólo un genio podría condensar su figura en dos horas de televisión.