VOS

Arde, papi

- Diego Tabachnik dtabachnik@lavozdelin­terior.com.ar

“¿Papi, qué quiere decir ‘Esta noche doy serrucho’?”. La pregunta, formulada por una pequeña niña que por entonces tenía 4 años, nos tomó por sorpresa dejándonos desconcert­ados como padres.

Aquel era el estribillo de un hit de Mr. Black El Presidente que sonó hasta el hartazgo, y que de alguna manera se filtró entre las canciones que tarareaba mi hija.

La solución que encontramo­s, como buenos novatos, fue patear el problema para adelante diciendo que se refería a un carpintero “o algo así”. La respuesta no la convenció del todo, percibiend­o que algo ocultábamo­s.

Ese fue el comienzo de todo un tema que empezaba a rondarnos como familia: cómo “orientar” el gusto artístico musical de nuestros hijos sin caer en censuras, prohibicio­nes, y respetando a la vez sus propias elecciones.

Ese tipo de problemas que vistos desde afuera pueden llegar hasta dar gracia, pero que cuando es con tus propios hijos te hacen tragar un poco de saliva.

Por eso esta semana me llamó la atención el caso del salón infantil de Andalucía, España, que decidió no poner canciones de reggaetón “por el sexo explícito, el materialis­mo y el menospreci­o de la mujer en las letras de las canciones”.

Suena como una atención al planteo inicial de esta nota, ¿pero es una ridícula intención de intentar tapar el sol con un dedo?

Ellos (no) se nos parecen

Mi hija ya tiene 6 años y yo soy el encargado, un par de días a la semana, de hacer “pool” con mi auto para llevarla a la escuela con otros compañerit­os. Con orgullo, logré convertir el breve trayecto en una pequeña fiesta ambulante: nos vamos turnando el derecho de elegir una canción que pongo a todo volumen, mientras ellos cantan a los gritos. Así logré incluso que prefieran mi derruído Suzuki Fun antes que los demás coches, más nuevos y radiantes.

La situación me sirve también de tester para conocer por dónde viene el gusto infantil, y también ver la reacción de ellos ante clásicos del rock, el pop y otros géneros. A mí me toca ir bailando “como el Papu”o escuchando por millonésim­a vez “Scooby-Doo pa pa”, mientras que a ellos les trato de hacer entender por qué en un grupo como Los Beatles nos podemos encontrar todos, por ejemplo.

El otro día, sin embargo, algo me incomodó más de la cuenta. “¿Podemos escuchar Sin pijama?”, me pidió una de las pasajeras. El estribillo repetía “Si tú me llama’/ Nos vamo’ pa’ tu casa / Nos quedamo’ en la cama /Sin pijama, sin pijama /Me manda foto’, fotico’ /Mostrando todo, todito/ Cuando llegue desbaratam­o’ la cama”; mientras mis ojos se iban abriendo cada vez más grandes.

La escena siguió aumentando mi desconcier­to, al ver nenas de 5 años cantando “Si tú me llamas/ soy una perra en la cama / fumamos marihuana / sin pijama, sin pijama”.

Es entonces cuando todas las declaracio­nes y acciones que uno asume como de un papá “progre” se te prenden fuego en la cara.

Lo único que no quise es quitar la canción, ni menos prohibirla: intuyo que eso le daría la pátina de fruta exótica que le faltaba para hacerla más atractiva.

Opté por ofrecer una alternativ­a a mi juicio mejor, sin reparar en el suceso.

Lo bueno es que sí las hay: uno de los temas favoritos desde hace años de mi hija es Fantasía ,deDe la Rivera (que le causaba gracia por la parte que decía “abrochate el cinturón”). Miranda! también tiene un desenfado pop que engancha a los chicos, y gracias al video de apertura de la película La La Land, Another day of sun es otro de los hits para mi niña. Y ni hablar de opciones claramente infantiles como Canticuént­icos, Luis Pescetti o Magdalena Fleitas.

Una lucha desigual

El tema es que por más que uno aporte para lo que considera más adecuado –sobre la base tanto de su formación como a sus prejuicios, hay que aceptarlo– ahí estarán agazapadas y listas para tomar de rehenes a los chicos esas canciones pegadizas, con fórmulas de laboratori­o, que encima les encantan...

Y como si fuera poco, algoritmos que siempre terminan encontrand­o la grieta por la cual filtrar lo que contabiliz­a por millones en el renglón de “reproducci­ones”.

Tengo más preguntas que respuestas, y una sola certeza: no pienso bajar los brazos en ofrecerle lo que considero mejor para ella, con la ilusión de que al final de ese laberinto algo de eso quedará.

Mientras tanto, voy juntando anticuerpo­s para la adolescenc­ia que se nos viene.

UNA COLUMNA MUY PERSONAL SOBRE CÓMO PROCESAR EL HECHO DE VER A LOS NIÑOS CANTANDO LETRAS SUBIDAS DE TONO.

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Becky G. Del hit “Sin pijama”.
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