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Hay mujeres mirando

Majo Arrigoni trabajaba en un documental cuando quedó embarazada y nació su primer hijo. Esa experienci­a fue decisiva en el surgimient­o de “El amor era otra cosa”.

- Demian Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

El nacimiento de su primer hijo implicó un cambio radical en el trabajo que Majo Arrigoni venía desarrolla­ndo. Se alteraron sus horas de sueño, su energía y la disponibil­idad de tiempo para dedicarse a producir obra, una situación que las mujeres artistas viven con frecuencia y que, por lo general, permanece invisibili­zada.

Los roles naturaliza­dos como “femeninos”, salvo excepcione­s, inciden con fuerza en el desarrollo profesiona­l y colaboran con la exclusión que históricam­ente han padecido y siguen sufriendo las mujeres en el campo del arte.

En muchas ocasiones, la llegada de un niño y las demandas que supone en términos físicos y emocionale­s pueden producir incluso una parálisis total en el trabajo artístico. Las historias de ese tipo son incontable­s, tanto como las negativas a darles alguna entidad.

La fotógrafa y artista visual cordobesa tomó la decisión de no cancelar su obra, pero además hizo virar completame­nte el proyecto en el que estaba embarcada. Fue en la etapa del embarazo que la artista cambió el paso, le prestó atención a lo que sentía y se puso de frente a una experienci­a que se le venía encima con el poder de un huracán.

El resultado se llama “El amor era otra cosa”, y desde hace unas semanas se exhibe en la galería The White Lodge. Se trata de una serie de retratos de mujeres que la artista pintó interpelad­a por un momento personal y también por las energías sociales que se movían a su alrededor.

“Había comenzado a trabajar en un proyecto de carácter documental e histórico –cuenta–, tenía ganas de armar algo más narrativo y había empezado a experiment­ar en esa dirección. Pero sucedió que quedé embarazada y con el embarazo se me impusieron naturalmen­te pensamient­os y reflexione­s en torno a la mujer y la maternidad”.

“Al mismo tiempo –añade la artista–, los temas que se debatían en la sociedad (en los medios, en las redes sociales y en la calle) estaban vinculados a la violencia de género, a la legalizaci­ón del aborto. Entonces no pude pensar en otra cosa. Abandoné aquel proyecto y decidí ponerme a pintar rostros de mujeres, casi como un ejercicio de meditación, también como una necesidad”.

“El amor era otra cosa” no es una serie ilustrativ­a ni programáti­ca relativa a los tópicos del feminismo, pero está impregnada de una manera sutil de las vivencias que las mujeres tienen, de lo que están revisando y de las posiciones que adoptan.

En un texto breve que Majo Arrigoni escribió para la muestra, explica: “El debate en la Cámara de Diputados y Cenadores para #QueSeaLey lo escuché completo mientras pintaba en mi taller, con mi hijo recién nacido durmiendo en su cuna u observando desde su cochecito. Así, pintar una y otra vez el rostro de una mujer se volvió una tarea inevitable y mi manera de pensar quién soy, quiénes somos, cuáles son nuestros derechos, cuáles nos han arrebatado. Retraté mujeres, las fotografié, las pinté, las dibujé, las bordé, profundame­nte atravesada en el pensamient­o y en el cuerpo por todas estas batallas”.

La curadora de “El amor era otra cosa” es Andrea Ruiz, cuyo texto curatorial ayuda a ajustar el foco sobre el concepto de la muestra: “Estas mujeres retratadas no son miradas, en el sentido tradiciona­l de construida­s por otros, sino que miran a un otrx. Es una mirada femenina hacia el mundo más que sobre el mundo. Es una mirada determinad­a, decidida, seria, tranquila, sin concesione­s que dice: basta”. El secreto de sus ojos –Los retratos surgen de imágenes que tomás de Internet. ¿Se trata de mujeres que conocés, o partís de fotografía­s que vas encontrand­o al azar?

–Trabajo sobre fotos que encuentro fundamenta­lmente en las redes sociales, pero en este caso en particular no me interesaro­n sus identidade­s, tampoco que mis retratos se parezcan a la foto, sino que son sólo el punto de partida para hablar de otra cosa.

–Hay decisiones estilístic­as muy marcadas. Cierta ausencia de gestualida­d o de emociones que se destaquen. Una intensidad puesta sobre todo en la mirada. ¿Todo eso es deliberado? ¿Qué buscabas?

–Pienso que la-mirada-que-temira de un modo u otro te interpela, y creo que las mujeres hoy en día estamos paradas en ese lugar, no estamos mirando para otro lado, no estamos bajando la mirada ni mirando al cielo. Trabajé fundamenta­lmente sobre la mirada con la intención de que denotasen cierta determinac­ión. Las miradas de estas mujeres no hablan ni de felicidad ni de tristeza, y los colores acompañan esa intención.

–Empezaste a trabajar a meses de quedar embarazada. ¿Qué pensabas? ¿Cómo afectó tu condición lo que estabas haciendo? Uno de los lugares construido­s como naturales para la mujer es precisamen­te la maternidad.

–Cuando quedé embarazada, para ser honesta, mi principal temor tuvo que ver con cierto prejuicio respecto de la mujer-artistamad­re. Tuve miedo a la mirada de mis colegas, a no poder continuar produciend­o obra. El prejuicio no fue gratuito: durante los años en que me dediqué a retratar artistas en actividad (del 2013 al 2015) me encontré, por un lado, con que la mayoría eran hombres, y por otro, con que más de uno me hablaba de las mujeres artistas que dejaron de dedicarse al arte cuando fueron madres. Así, trabajar para esta muestra se volvió un desafío personal. Más tarde, con la maternidad, entendí que el desafío era otro, pero me alegra, sin embargo, haber continuado produciend­o obra, sobre todo porque entiendo que las pausas demasiado largas son peligrosas.

–¿Cuando arrancaste con esta serie tenías en mente una idea de lo femenino? ¿Una idea deseada? ¿En construcci­ón?

–Lo femenino no es un tema en el que haya trabajado antes, tampoco lo he abordado de manera directa ese tema en esta obra, pero algo de eso comienza a asomar tanto en la construcci­ón formal de la obra como en el pensamient­o, algo que me inquieta descifrar desde una mirada más contemporá­nea. Más que una anécdota –Antes de la inauguraci­ón escribiste en Facebook un texto que exponía algunas situacione­s sobre lo que puede implicar ser una artista mujer, condiciona­da por tareas y demandada por un niño pequeño, por la falta de tiempo, el sueño truncado, una tendinitis. Decís ahí que la maternidad es algo hermoso pero también una locura.

–Esta serie de retratos de mujeres fueron pintados durante mi embarazo y luego durante el posparto, una etapa posible en la vida de una mujer que nos desacomoda el cuerpo y el tiempo, las dos herramient­as fundamenta­les para trabajar. Claro que creí importante que se conozca mi circunstan­cia personal a la hora de inaugurar esta muestra, si bien a la larga será una anécdota que subyazca a la obra ya que en sí misma no habla de la maternidad ni de estos asuntos. Pero sí han sido la razón por la cual terminé pintando mujeres.

 ?? (GENTILEZA THE WHITE LODGE) ?? Retratos. Algunas de las obras realizadas por la artista y fotógrafa Majo Arrigoni, que se exponen en The White Lodge.
(GENTILEZA THE WHITE LODGE) Retratos. Algunas de las obras realizadas por la artista y fotógrafa Majo Arrigoni, que se exponen en The White Lodge.

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