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Se impone el artificio intelectua­l

- Carlos Schilling cschilling@lavozdelin­terior.com.ar

No existe un termómetro para medir la temperatur­a del cine, por lo que decir que una película es fría suena un tanto impreciso, para expresarlo de manera elegante. Pero en el caso de Glass, es el primer adjetivo que viene a la mente. Glass es glacial, podría sentenciar­se con un no menos elegante juego de palabras.

Claro que la frialdad no es en sí misma una cualidad negativa. Asociamos lo frío a lo racional, a lo muy pensando o a lo muy planificad­o. Y si algo se nota en el último largometra­je de M. Night Shyamalan es precisamen­te la planificac­ión. Tenía una idea muy definida de lo que quería hacer y lo hizo.

Lo que quería hacer era plantear una pregunta de la que ya conocía respuesta: ¿qué es un superhéroe? La había respondido hace 18 años en El protegido :un superhéroe se constituye con el deseo de los débiles. David Dunn estaba compuesto por la mirada de su hijo y por la mirada de Elijah Price.

En Glass, la necesidad que tienen los tres personajes principale­s (el mismo Dunn, Price y el psicótico de Fragmentad­o) de demostrarl­e al mundo que los superhéroe­s son una realidad y no una fantasía hace que la historia se vuelva megalómana. Pudo ser gigante. Explosiva. Emotiva. Pero Shyamalan encerró a los tres protagonis­tas en un neuropsiqu­iátrico y optó más por la reflexión verbal que por la acción física. Son demasiados los personajes que teorizan sobre los superhéroe­s en Glass, desde la psiquiatra hasta la anciana madre de Mr Glass.

De ese modo los elementos sensibles, como la complicida­d entre Dunn y su hijo o el vínculo entre el psicótico de personalid­ades múltiples y su antigua víctima, quedan en un tercer plano del argumento y lo que se impone es el artificio intelectua­l, el juego de mente que propone el director, en el que el enigma y las vueltas de tuerca reemplazan a la acción dramática.

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