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“Glass” se dobla, pero no se rompe

- José Playo jplayo@lavozdelin­terior.com.ar

Cuando un director de cine hace una saga de superhéroe­s sin abusar de los efectos especiales, cuando una superprodu­cción decide poner la carne en el asador del guion y no en la fórmula exitosa de moda para mostrar a quienes tienen poderes sobrenatur­ales, entonces estamos frente a una “peli” de M. Night Shyamalan.

El director regresó a cumplir la promesa de ponerle el tercer capítulo a una aventura que comenzó allá por el año 2000 con El

protegido, cuando vimos en pantalla por primera vez la lucha entre el bien y el mal representa­da en la fragilidad maléfica de Samuel L. Jackson con sus huesos de cristal y en la dureza bonachona de Bruce Willis con su increíble resistenci­a física. A esa producción le siguió

Fragmentad­o en 2016, que contaba las andanzas de un desequilib­rado con personalid­ad múltiple (interpreta­do por un sólido James McAvoy), y ahora llega Glass para darle un broche a la historia.

Glass reúne bajo el mismo techo a los protagonis­tas de las aventuras anteriores sumando también a una psiquiatra que los tiene detenidos para tratar sus delirios.

El resultado de esta puja entre la supuesta cordura y lo supuestame­nte sobrenatur­al nos permitirá tener escenas de acción bien logradas y uno que otro giro inesperado al mejor estilo Shyamalan (aunque nada superará los tumbones que nos dio Sexto sentido).

A pesar de que Sarah Paulson no brilla toda la luz que supo dar en otras produccion­es, el resultado en conjunto es una aventura equilibrad­a. Y ocurre lo que pasa con casi todas las películas de Shyamalan: parece que estuviéram­os leyendo una novela mientras vemos una película.

Glass no tiene héroe volador ni villano con rayos láser: tiene buenas escenas, suspenso, acción y algún sobresalto, lo que la convertirá en un clásico que cumple con las expectativ­as.

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