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Cine. Miradas opuestas a “Green book”.

- José Playo jplayo@lavozdelin­terior.com.ar

Hay historias que se sostienen por la pericia narrativa, por la fuerza de los personajes que las protagoniz­an, o por las verdades que nos revelan.

Green book bien podría cumplir con los tres requisitos, pero es el último el que la convierte en una pieza recomendab­le.

De un modo similar al que usó la serie Mad Men en su momento (mostrando la relación que teníamos en el pasado con el tabaco, el alcohol, los cinturones de seguridad, la profilaxis y la tolerancia) la película dirigida por Peter Farrelly trasciende su propio marco de aventura sobre ruedas para narrar no sólo la amistad entre dos personas de universos diametralm­ente opuestos (Viggo Mortensen y Mahershala Ali interpreta­n a un chofer ítalo-americano y a un pianista virtuoso negro en los años ’60), sino la situación naturaliza­da de opresión de clase, racismo y hostilidad que primaba en un tiempo en el que por más que fueras un músico talentoso debías orinar en una letrina alejada de la casa de tus anfitrione­s adinerados que te miraban como a un ser inferior.

Green book es, además del título del film, una publicació­n que describía la forma en que debían viajar los negros por Estados Unidos para evitar “problemas”, y en la cinta funciona como una representa­ción acabada de la naturaliza­ción de la discrimina­ción.

Mortensen será el encargado de llevar por el sur hostil de Estados Unidos a un pianista negro en su gira, y en ese viaje nos pondrá a prueba como espectador­es frente a nuestra propia tolerancia, racismo y la necesidad de hacer del mundo un lugar más justo.

Con algo de humor dramático (cimentado en la química entre los protagonis­tas), la historia entre el músico Don Shirley (Mahershala Ali) y Tony Vallelonga (Viggo Mortensen) es un cachetazo de realidad histórica insoslayab­le. Y encima está bien contada y actuada.

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