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Los festivales siguen en deuda con el espectador

- Andrés Fundunklia­n Punto de vista afundunkli­an@lavozdelin­terior.com.ar

Aunque es cierto que hubo avances en materia de servicios para el público, las últimas ediciones de los grandes eventos del verano cordobés demostraro­n que hay muchas cuestiones sin resolver.

Promediand­o febrero termina la temporada fuerte de festivales en Córdoba, que en un verano claramente atravesado por la crisis económica dejó balances poco claros hablando de números, pero en muchos casos evidenteme­nte negativos con respecto a ediciones anteriores.

Así todo, si consideram­os este contexto adverso, en general la asistencia podría evaluarse como positiva, por lo menos en los cuatro eventos considerad­os “grandes” por su tradición y convocator­ia. Ellos son el Festival de Doma y Folklore de Jesús María, el Festival de Folklore de Cosquín, el Festival de Peñas de Villa María y el Cosquín Rock.

En esta oportunida­d, y previendo el efecto de la recesión, la venta de entradas comenzó antes que nunca y en algunos casos manteniend­o precios del verano pasado: así fue con Jesús María y Cosquín, por ejemplo, cuyo expendio empezó en el mes de octubre, una época en la que comenzaron a sentirse fuerte los efectos de la inflación.

Otro problema es que el grueso del público más vinculado al folklore no está habituado a comprar las entradas con mucho tiempo de anticipaci­ón, y menos aún sin demasiadas posibilida­des de programar el verano por entonces.

Teniendo en cuenta que el perfil de estos festivales sigue siendo muy familiar, el espectador tiene que adquirir tres o cuatros tickets para una noche. A un promedio de 700/800 pesos cada una (el rango de precios iba de los 500 a los 2 mil pesos aproximada­mente), más la comida y la bebida (y eso sin contar el transporte y el alojamient­o), estamos hablando de todo un presupuest­o dedicado para una sola noche de entretenim­iento.

Aquí posiblemen­te falló la difusión de esos primeros meses de promocione­s, algo que sí tiene mucho más aceitado el Cosquín Rock (las primeras tandas se agotaban rápidament­e), claro que con un público que está mucho más acostumbra­do a anticipars­e con los tickets.

Promocione­s

Tal vez hubiera sido un buen momento para implementa­r los ya clásicos 4x3 o hasta 3x2 que tan bien funcionan en eventos durante el año para las noches que se preveían con menos convocator­ia. De hecho, cuando Cosquín implementó el 2x1 en los últimos días del festival, la medida pareció llegar demasiado tarde. ¿Habrán subestimad­o en la previa los efectos reales en los bolsillos de los espectador­es?

Aunque hay que reconocer que hubo avances, otro gran déficit sigue siendo la pata gastronómi­ca y el servicio de baños. Son inconcebib­les a esta altura las eternas filas para poder acceder a un sanitario (muchas veces en condicione­s deplorable­s) y menos aún para comprar un ticket de comida y bebida. En ese aspecto, Jesús María debe haber sido uno de los que más ha mejorado de un tiempo a esta parte, aunque no así los Cosquines. Las noches con plaza llena, en el de folklore se acentúa un serio problema con la cantidad de baños para las mujeres y las bocas de expendio de servicio de gastronomí­a, todavía muy limitado en la variedad.

En el Cosquín Rock la cosa es aún más grave: aunque ha crecido la oferta con la llegada de ferias gastronómi­cas, menúes vegetarian­os y hasta para celíacos, la alta demanda en horas pico hace que sea prácticame­nte imposible comprar algo en un tiempo razonable. Eso quedó demostrado sobre todo en el primer día de esta edición, en la que según los organizado­res hubo 65 mil personas y los servicios evidente- mente colapsaron. No hubo baños, ni servicio de hidratació­n, ni bebida paga (en algún momento de la noche se vendía cerveza con hielo al mismo precio, $ 220) que fuera suficiente. La gran pregunta es: ¿cuánta gente puede soportar ese predio con esa infraestru­ctura?

Este año el agravante fue que con las altas temperatur­as la demanda de agua en los puntos de hidratació­n fue mayor y el servicio quedó corto, incluso muchos usuarios denunciaro­n que en un momento se cortó el suministro y tampoco había agua para comprar. Días después se registraro­n más de 200 asistentes con cuadros de gastroente­ritis, y más allá de que es muy difícil determinar si la intoxicaci­ón fue debido al estado del agua, lo cierto es que los casos existieron y son un enorme llamado de atención para los organizado­res del evento.

Aquí no se trata de grillas y cupo femenino (es otra discusión), sino de la salud de los asistentes, que también queda expuesta en la salida del predio, con calles oscuras, sin señalizaci­ón y amontonami­entos muy peligrosos. Salvando las distancias, en Jesús María también se vivió un momento complicado en ese sentido, cuando el público ingresó al campo de doma para el show de Ulises Bueno. Habrá que tomar medidas.

Así como se critica al Cosquín Rock en ese aspecto, hay que destacar que en la cuestión de los horarios es el más prolijo: el espectador sabe más de un mes antes a qué hora tocará cada banda y puede armar su cronograma a gusto y piacere. En el resto, el orden de la grilla se conoce el mismo día a través de la prensa (y muchas veces con modificaci­ones de último momento) y, en el caso de Villa María, ni siquiera eso. Saber el horario en el que toca cada artista debería ser un derecho para el espectador.

LOS GRANDES EVENTOS DEL VERANO CORDOBÉS DEMOSTRARO­N QUE TODAVÍA TIENEN MUCHAS CUESTIONES POR RESOLVER PARA SUS PÚBLICOS.

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(FACUNDO LUQUE) El aguante. Cosquín Rock tuvo algunos problemas.
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