Buena intención, no tan buen resultado
No es ninguna novedad decir que a los directores y a los actores la Academia de Hollywood los consagra en dramas, de ser posible dramas basados en historias reales, con alguna lección moralista final y con interpretaciones que requieran subir de peso, bajar, o afearse. En esta edición, por ejemplo, Melissa McCarthy, talentosísima comediante, está nominada por un soso papel en una biopic dramática menor (Can you ever forgive me?)
Peter Farrelly, quien junto a su hermano creó clásicos de la comedia como Tonto y re tonto y Loco por Mary, logró que su filme Green book esté nominado a cinco estatuillas, entre ellas la de mejor película, traje que le queda enorme. No necesariamente porque el filme sea pésimo, quizás en otro contexto podría ser una película para pasar el rato (en un viaje en colectivo de larga distancia con mal sonido, por ejemplo).
Green book parte de una buena idea, convoca a buenos actores y tiene buenas intenciones. Sus dos personajes le permiten cruzar en la trama conflictos raciales y de clase, y decir algo al respecto desde los vínculos humanos. El problema es que eso que dice es de una obviedad pasmosa. El guion tiene diálogos simplones, subrayados, que ponen en boca de los personajes una acumulación de lugares comunes.
La música llega para acomodarse a esos momentos previsibles, al igual que la lluvia (¿por qué siempre llueve en las escenas más dramáticas de las películas comerciales y las publicidades?). Todo lo demás que el espectador intuye que puede pasar, pasa.
Para ficciones sobre el racismo en Estados Unidos, contadas a través de una road movie de dos personajes antagónicos, ya está
Conduciendo a Miss Daisy, que ganó el Oscar a mejor película hace ya casi 20 años. Para ficciones que digan algo nuevo sobre el racismo desde un lugar interesante, ya está Infiltrado del
kkklan, también nominada.