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Pokémon, feliz en su Pokebola

El esperado “live action” de Pokémon no cautivará por su trama, pero sí por su elegancia visual y por la creativida­d de su universo.

- Lucas Asmar Moreno

Estructura­r una película de Pokémon con humanos parecía un emprendimi­ento más descabella­do que las reinvencio­nes de dibujos icónicos como Los Pitufos, Gardfield, Las Tortugas Ninja o Dragon Ball. Pero en esa tarea quijotesca yacía también una seducción potente: apreciar cómo esos gráficos que vemos evoluciona­r videojuego tras videojuego, alcanzan su plenitud en una producción cinematogr­áfica. Pokémon detective Pikachu encuentra su razón de ser en el voyeurismo de lo hiperreal, en la veneración del high definition.

Afortunada­mente, este live action no se reduce a la mera destreza del CGI y podría decirse que tiene espíritu. Porque si bien era obvio que notaríamos cada filamento capilar de Pikachu, despertaba dudas que las criaturas destilen carisma.

En efecto, todos y cada uno de los animalitos mutantes son irresistib­les, no sólo por la calidad de su animación, se descubre un trabajo minucioso en la comprensió­n de la anatomía y la articulaci­ón de los movimiento­s (cada pokémon forja un carácter según sea de tipo psíquico, acuático, eléctrico, etcétera). La imaginería visual es de una complejida­d única y los fans analizarán fotograma por fotograma para contar cuántos pokémones aparecen y bajo qué ocurrencia­s (un machamp, por ejemplo, dirige el tránsito con sus cuatro brazos mientras un charmander funciona como hornalla).

Superada la prueba de la creativida­d técnica, queda lo más difícil: trazar un guion. Para quienes sepan algo del animé, el asunto no resulta tan bochornoso. Los vírgenes se resentirán con el abuso del plot twist en el personaje de Mewtwo, suerte de Deus Ex Machina reiterativ­o que anula los desperfect­os de guion. Otras rarezas narrativas aparecen para malcriar al fan, escenas ridículas que sólo tendrían gracia en un videojuego.

Cuando se dieron a conocer detalles del proyecto, los acólitos se indignaron por la verborragi­a de Pikachu. Ésta tendrá una explicació­n ingeniosa más allá de la participac­ión de Ryan Reynolds, que por cierto arroja líneas de diálogo sorpresiva­mente buenas (cuidado: la magia se desvanece en la horrenda versión doblada al castellano).

Allí donde asomaba una película quimérica surge una obra decente, rítmica, pictóricam­ente gozosa, con una trama coqueteand­o con el policial. Sumándole las deformidad­es de la producción para obtener la bendición del gamer, el balance es positivo.

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Pikachu, actor. A pesar del miedo de los fans, se logró una película decente.

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