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Una parrilla de lujo en la zona sur de la ciudad

La Emilia es una nueva opción en barrio Jardín. En un local reconforta­nte, ofrece un servicio tradiciona­l de carnes de alta gama.

- Nicolás Marchetti nmarchetti@lavozdelin­terior.com.ar

De a poco Córdoba se va metiendo en las nuevas tendencias del mundo de la carne. Ya se encuentran cortes madurados en algunos restaurant­es y también algunos cortes poco conocidos o poco difundidos en la gastronomí­a local: Rib eye, Tomahawk o T-bone, por citar algunos.

Esa sea tal vez la mejor novedad que plantee en materia gastronómi­ca la nueva parrilla de alta gama de barrio Jardín. La Emilia, además de proponer un ambiente fabuloso, tiene como corte estelar de su carta un Rib eye ($ 600), que es un ojo de bife con hueso limpio. Es una belleza en sí misma, que luce dorada y jugosa y sabe espectacul­armente, lista para conmover a cualquier fanático de las carnes.

El diseño externo como interno de este local es superlativ­o. Los detalles de las terminacio­nes, los techos de doble altura, los cortinados, las lámparas o la entrada con una gran cava de vinos a temperatur­a controlada, hacen que uno se entusiasme apenas estaciona el auto.

Cuando tomamos la carta, nos llena de regocijo ver cómo se ha simplifica­do en materia comunicaci­onal: apenas una tabla de salames y quesos, cuatro ensaladas, seis guarnicion­es, 14 opciones de cortes, dos menús para niños, nueve postres, bebidas, infusiones y vinos. Listo.

Por supuesto y como siempre, si buscamos equilibrar cantidad de comida con el valor del cubierto, conviene elegir la Parrilla completa ($ 695), que incluye muchos cortes asados con el estilo heredado de El Faro de Jesús María: fuego fuerte, vuelta y vuelta, todo controlado y a punto.

Rib eye

Hicimos un recorrido por mollejas, chinchulin­es, riñones, embutidos clásicos (chorizo y morcilla), matambre de cerdo, matambre de vaca, tira y vacío. En La Emilia no hay tablas de madera, el servicio se realiza en grandes platos blancos. Viene el mozo y sirve con pinzas cada corte.

Todo corte o parrilla completa incluye empanada frita de entrada (perfecta en su concepción) y guarnicion­es. Nosotros pedimos ensalada completa y papas fritas con huevo revuelto. El mozo se hizo cargo del aliño de la ensalada con muy buen tino y también el huevo revuelto de las papas llegó en un punto para destacar (bien jugoso).

Pero hablemos del Rib eye u Ojo de Bife. Es un corte que sale de la parte final del carré de la vaca, luego del bife angosto y el bife ancho. Tiene una capa de carne que la recubre pero además una buena grasa en esa capa y entre la otra, con lo cual obtenemos más terneza y más sabor.

El hueso también aporta sus jugos en el bouquet final, tanto como la madera de las brasas con la que se cocinó (regala un dejo ahumado interesant­e). Y ese hueso es también un sello estético, porque llega limpio (se envuelve en aluminio durante la cocción) como el tallo de una flor. Entonces no sólo disfrutamo­s de una carne excepciona­l y de una buena muñeca en los fuegos, sino que también sentimos que estamos ante una pequeña obra de arte comestible.

Este corte le hace bien a la gastronomí­a local. Tal vez sea momento de usarlo como trampolín y empezar a jugar con otros cortes novedosos en las parrillas tradiciona­les.

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Impactante. Toda la estética del salón cuida hasta los últimos detalles, y la carne da el broche final a la experienci­a.

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