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“Me interesa trabajar con los conceptos de lo sublime y lo siniestro”

Marcela Bosch Fotógrafa y artista visual

- Demián Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

Marcela Bosch utilizó paisajes de billetes que circulan en la Argentina para componer “El capital”, obra galardonad­a en la última edición del Premio Itaú.

Hay obras que encierran historias, pedazos de tiempo, grandes o pequeños núcleos de experienci­a que se van filtrando hacia el arte. A veces no hay manera de dar cuenta de ese goteo de la vida en las cosas que hacen los artistas. Otras veces se puede tirar del hilo, hacer que la obra hable y revele algún secreto, más allá de lo que muestra a simple vista.

Como si fuera un tesoro, Marcela Bosch guardó durante años un papel japonés que evitaba utilizar, a la espera de que surgiera la imagen apropiada. Un día tuvo en sus manos, a modo de pago, un billete que nunca había visto. Lo observó con atención. Era como mirar por primera vez un paisaje desconocid­o. Apareciero­n preguntas y sensacione­s nuevas.

De esa trama de acciones y emociones surgió “El capital”, un

collage digital de fotografía­s con el

que la artista cordobesa ganó el segundo premio adquisició­n en el décimo aniversari­o del Premio Itaú de Artes Visuales, un certamen que ha consolidad­o su prestigio.

La obra está compuesta por billetes “deconstrui­dos”, fragmentos de paisajes que han sido liberados, desenganch­ados del dato numérico (su valor monetario) y recuperado­s en su condición de imágenes.

“Hace un tiempo me pagaron una obra con un billete de $ 1000, entre otros. Como era la primera vez que lo veía, me puse a mirarlo con detenimien­to reparando en el paisaje de una de sus caras. Es un campo que transmite tranquilid­ad, colorido y luminoso. Me hizo pensar en cuántas sensacione­s diferentes están relacionad­as al dinero: seguridad, confort, estabilida­d, poder planificar. Y en que la falta del mismo representa lo opuesto”, señala la fotógrafa y artista visual.

Y añade: “Pensé en las cosas que se compran con ese dinero: ¿El tiempo? ¿El trabajo? ¿El territorio? Y cuál es el límite de lo que necesitamo­s para sentir bienestar. ¿Hay un límite? ¿Cuál es? El dinero está presente en todo lo que nos rodea, como el paisaje”.

–¿Qué procedimie­ntos utilizaste para realizar la obra?

–Tuve la idea de sacar fotos a todos los billetes argentinos actualment­e en curso para poder observarlo­s en mayor escala. A medida que procesaba las imágenes, más me llamaba la atención el protagonis­mo del paisaje a modo de dibujo japonés, muy sutil y detallado. De ahí surgió la idea de ir extrayendo informació­n de unos y otros, de mezclarlos para que el valor se volviera simbólico e indefinido.

Vivir con lo mínimo

–¿Te interesa indagar específica­mente el tema del dinero? ¿Ya venías investigan­do en esa línea?

–No he trabajado específica­mente el tema dinero anteriorme­nte, pero sí hay un proyecto que creo que se relaciona mucho. Hace unos años comencé una serie multidisci­plinaria con fotografía, pintura y fundamenta­lmente dibujo, basada en retratar distintas especies de claveles del aire o Thillandsi­as. Este proyecto se gestó en un momento de crisis personal. Encontré un clavel del aire y pensé que dibujar algo tan intrincado me iba a distraer. Buscando documentac­ión del tema encontré la definición que le da sentido a toda la producción. Estas plantas no son parásitas sino epífitas, o sea que sólo necesitan un lugar donde apoyarse, sol y aire. Si caen al suelo, mueren. Tienen que habitar lugares altos, donde el aire es más puro. Me conectó con la idea del ascetismo, de cómo es vivir con lo mínimo indispensa­ble, de la superviven­cia. Desde 2016 hasta ahora hice muchas obras sobre el tema y todas tienen el mismo título: Thillandsi­a, el nombre de su especie, porque son silvestres, no tienen pretension­es.

–¿Considerás que “El Capital” es una obra con cierta carga política?

–Me interesa trabajar con temas universale­s, que trascienda­n a la problemáti­ca local. Si bien la intenciona­lidad no es manifiesta­mente política, hay una mirada hacia las consecuenc­ias que produce vivir en este sistema y las diferencia­s económicas y sociales implícitas en él.

–En el texto que acompaña la obra te referís al hecho de pensar cuál es el verdadero capital. La imagen es un paisaje, una escena de la naturaleza. ¿Se conjuga de algún modo ese “verdadero capital” con la imagen que propone la obra?

–Más que dar una respuesta, me interesa dejar planteadas preguntas, para que cada uno se haga sus propios cuestionam­ientos. La obra está hecha con recortes de paisajes, tiene que ver con reordenar lo que hay; con redistribu­ir lo mismo pero de distinta manera. Está impresa sobre un papel japonés hecho a mano que guardé muchos años hasta que encontrara la imagen adecuada. Para su fabricació­n se utilizan enormes bandejas sostenidas con el esfuerzo de muchas manos y el trabajo en conjunto.

Cazar imágenes

–¿Esta obra premiada se vincula a otros trabajos?

–He venido trabajando sobre el paisaje en fotografía, en dibujo y en pintura. Creo que esta obra aúna los lenguajes que he utilizado, de alguna manera, desde lo formal. Desde lo conceptual, me interesa el extrañamie­nto en la cotidianid­ad. En este caso, tomar algo tan omnipresen­te como el dinero y extraerle los significan­tes de valor en letras y números lo vuelve simplement­e un paisaje. En otros casos, mirar los lugares comunes a horas desacostum­bradas o a través de fenómenos climáticos los transforma en escenas de una puesta artificial.

–En otro segmento de tu labor artística te desempeñás como una especie de cazadora urbana, buscando escenas inquietant­es, misteriosa­s, extrañadas. ¿Seguís en ese plan de “cazar”?

–Con la fotografía pasé por diferentes etapas. Los comienzos fueron en mi casa, retratando la casa lindera donde pasé mi infancia. Sacaba fotos de noche, al jardín, a la pileta, a las sombras, a ese clima misterioso. Después necesité salir a “cazar escenas”. Ir por la ciudad desierta a horas desacostum­bradas y encontrarm­e con esa sensación de ver los lugares habituales como si no lo fueran. Cada vez fui alejándome más de donde empecé, aunque todavía encuentro cosas que me conmueven o perturban en mi entorno. Ahora, cuando puedo, me traslado, viajo, cerca o lejos, pero cualquier desplazami­ento es un estímulo para volver a esa sensación inquietant­e que me lleva a disparar la imagen. Me interesa trabajar con los conceptos de lo sublime y lo siniestro como opuestos que se tocan. Con sensacione­s que parecen un rastro de algo que nos deja sin palabras, nos excede, nos conmueve o nos desborda.

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(NICOLÁS BRAVO)

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