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La ampliación del barrio

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

“Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. La frase de Héctor Panigassi sobrevive 20 años después. La decía Juan Leyrado en Gasoleros (1998), cuando la realidad desbordaba a su personaje. Al mecánico lo desbordaba, entre otras cosas, Roxi (Mercedes Morán). Ella, madre soltera y casada por segunda vez, tenía una pequeña flota de taxis. El encuentro les cambió la vida, los sacó de registro y logró una pareja inolvidabl­e.

La matriz narrativa de la telenovela tradiciona­l, con su zaguán y los malvones, las frases largas y barrocas bajo la luz de la luna, gestos representa­tivos de la era de Alberto Migré, dieron paso a personajes sencillos en apariencia y complejos en su psicología. Devenidos en “gasoleros” por la crisis, la ficción planteó los conflictos de la gente común y corriente. Como fueron después las familias de Campeones, El sodero de mi vida o Son amores.

Contaba una vez Juan Leyrado que a bordo de un avión que sobrevolab­a Buenos Aires, vio esa postal de edificios, la densidad, la extensión y tuvo un estremecim­iento: toda esa gente sabía quién era Panigassi. Así describió el actor su popularida­d, tal fue el éxito de la ficción que abrió la ventana en la casa de la antigua telenovela, la del galán rico y la chica pobre.

En Gasoleros los personajes pensaban en el mango que había que estirar, en los vínculos que costaba preservar, en las crisis de la edad y el amor, en la calle, que dictaba los diálogos. Fue un descomunal acierto de Pol-Ka. Los libros pasaron por el tamiz de la actualidad, capitaliza­ron una lectura veloz del drama urbano y convocaron al público masivo con códigos reconocibl­es en el barrio, pero nuevos en la televisión.

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