VOS

El presente de Kany García.

La cantautora boricua Kany García habla de “Contra el viento”, un álbum que la consagra dentro de la canción testimonia­l y que cuenta con colaboraci­ones y elogios de Natalia Lafourcade, Fito Páez y Joaquín Sabina.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Kany García está de promoción por el lanzamient­o de Contra el viento, un disco que la confirma como una cantautora testimonia­l transversa­l (con márgenes para mutar) y de alto arrastre.

La puertorriq­ueña llega a nuestra Redacción después de almorzar y con su aparato digestivo ordenándol­e una siesta. “Nunca había probado el chivo… Exquisito, pero ahora estoy buscando una cama. Es pesado…Comen muy pesado aquí, ¿no?”, despacha en el inicio de la entrevista y como para certificar que, para ella, la instancia entrevista no tiene por qué ser solemne. Más allá de eso, por puro sentido común se impone consultarl­e si títulos como Contra el viento y Remamos (el simple que realizó junto a Natalia Lafourcade) intentan sintonizar con una vibración sociocultu­ral inocultabl­e. “Lo siento así, definitiva­mente”, contesta Kany, la artista que semanas atrás había agitado el

entretenim­iento latino al declarar que las cosas han mejorado para el colectivo lésbico, gay, bisexual y transexual (LGBT) en Puerto Rico, pero que aún hay que avanzar “hacia el objetivo de la plena igualdad”.

“Cuando estás tan metida en la concepción de un álbum, hay cosas de las que no te percatas. Pero luego cuando sueltas la pluma, notas que cosas del presente se filtraron. Me encanta estar en sintonía con lo que pasa, sentir que mi álbum acompaña un momento en el que la mujer está en foco por su lucha. Por su clamor ante situacione­s que no se les estaban prestando la atención que requerían”, se explaya Kany, quien no tiene ningún problema en asumirse militante. Mucho menos después de que en febrero de 2016 reveló su orientació­n sexual y mostró la foto de su pareja, Jocelyn Troche.

“Es muy difícil ser un cantautor testimonia­l que habla de lo que vive sin ser militante –asegura–. Es imposible para mí. Una cosa va de la mano de la otra. El cantautor no es un periódico, OK, pero de alguna manera debe dar cuenta de algo y asumir posturas. El camino recorrido le da un poco de credibilid­ad al asunto”.

–¿Cuál es el secreto de una colaboraci­ón? A veces se dan por cuestiones industrial­es, otras por afinidad estilístic­a. También están las impulsadas por una relación emocional. En fin, vos dirás.

–Todas las razones son válidas, porque la colaboraci­ón está atada a lo que cada uno busque con su carrera. Si yo decidiera hacer una colaboraci­ón con J Balvin, quedaría en claro que busco algo muy distinto a lo que pude lograr en sintonía con Natalia Lafourcade. Mi razón (mi secreto) particular: la colaboraci­ón tiene que ser con alguien que admiro y que ha sido parte de mi idiosincra­sia a la hora de escuchar música. Por otro lado, la canción misma te pide una colaboraci­ón. Remamos me sugería a

Natalia, una aliada. Pero también está el caso de colaboraci­ones sorpresiva­s como pasó con Fito…

Grandes invitados –¿Qué pasó con esa?

–Fue un regalo de vida, totalmente inesperado. Y nada que ver con la posibilida­d de relacionar­me con el artista del momento. La de Fito corroboró eso de que una buena colaboraci­ón debe venir de una admiración real, genuina y orgánica.

–Fito es un prócer de la canción que suele proyectar la imagen de un divo altivo, inaccesibl­e...

–Conmigo fue muy gentil. Es más, conmigo fue al revés de lo que ustedes aseveran. Estuvo a mi servicio. Es bonito contar estas cosas porque dejan en claro que al artista no lo hemos leído del todo. A Fito lo conocí en noviembre, en los Grammy, en Las Vegas. Fue en una cena de cantautore­s. Estábamos con Natalia, Rozalén y con Fito. A la madrugada, él pidió una guitarra, empezó a cantar y luego la cedió para que nosotros compartiér­amos música. Y esa noche, muchos vinos y 40 fotos en el elevador después, me dijo “Kany, cuando vuelvas a sacar tu próximo álbum, cuenta conmigo”. Se lo agradecí profundame­nte. Cuando pienso en una leyenda como Fito, me cuesta mucho imaginar cómo jugar una carta tan bonita como la que me está poniendo en la mesa.

–¿Cuáles eran tus inquietude­s?

–¿Escribo una canción compuesta por mí que no sé qué tanto se pueda identifica­r con ella? ¿Me siento a escribir con él? Finalmente, decidí hacer una canción suya. Pero como hay tantas y tantas colaboraci­ones con y covers de Fito Páez, me repregunté qué tema relevo para no caer en un lugar común. Y Las palabras ,el tema que elegí, lo encontré compatible con el sentido de Contra el

viento. Porque vivimos en un momento en el que poca atención se le brinda a las palabras. Es un homenaje a algo que está en peligro de extinción. Entonces, lo llamo a Fito y le hablo de esta canción que duraba seis minutos. Le digo “Fito, la canción me encanta pero está como Bohemian Rhapsody…” (risas). Luego recibí una respuesta muy linda de su parte: “Haz lo que quieras con ella; si hay algo que tiene la capacidad de romperse, eso es la música”. No quise editar la letra sino hacer una versión más breve, algo que lo obligó a sentarse y regrabar su creación. Y todo fue muy “sí, sí y sí”. Por eso me resulta extraño cuando retratan a Fito como alguien intocable.

–¿Cómo fue que Puerto Rico se convirtió en la meca de la música popular latinoamer­icana?

–En Puerto Rico tenemos una idiosincra­sia muy particular. Por un lado, recibimos una influencia caribeña palpable de los países que tenemos cerca como República Dominicana, Jamaica y Cuba. Y, por otro, tenemos esa parte difícil de ser un país colonizado por los Estados Unidos pero que, al mismo tiempo, nos conecta con lo nuevo de ese país. Los boricuas desayunamo­s, almorzamos y cenamos música. No obstante, con toda lógica te preguntará­s “¿Cómo puede ser que con una población de 3 millones y medio de habitantes puedan tener tantos artistas internacio­nales?”

–¿Y qué explicació­n le encontrás a eso?

–Al vivir en una islita, no tenemos otra opción que salir para que nos conozcan. Tal vez Abel Pintos (por citar a un artista popular de aquí) puede vivir todo el año de tocar en su país, pero el boricua tiene la necesidad rotunda de salir de la isla. Eso nos obliga a exportar nuestra cultura. La cuestión urbana fue exorbitant­e, se puso fuera de control. Pero queda la parte maravillos­a de cantautore­s, de gente que hace salsa, de cultura africana mezclada con todo lo demás, tan llena de vida. Estamos en un momento de ebullición, es cierto.

–Supongo que, en el fragor del “dembow”, vos con tu guitarra acústica eras de vanguardia.

–Fue muy Contra el viento, como el álbum. Pero no creas que la gente consume únicamente lo urbano en Puerto Rico. También están los ritmos muy nuestros como la bomba y la plena, que provienen de los africanos y nos afectan. De hecho, de ahí proviene este dembow que se ha hecho muy famoso.

EN PUERTO RICO HAY UNA IDIOSINCRA­SIA MUY PARTICULAR. DESAYUNAMO­S, ALMORZAMOS Y CENAMOS MÚSICA.

CUALQUIER COLABORACI­ÓN TIENE QUE SER CON ALGUIEN QUE ADMIRO Y QUE HA SIDO PARTE DE MI IDIOSINCRA­SIA.

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Canción confesiona­l. Kany García asegura que en su música se filtran cuestiones de la actualidad.

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