VOS

Estrategia­s para mostrar lo insoportab­le

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Prometer una visita a la cárcel sin salir de la comodidad de casa y crear la ilusión del encierro, la violencia, el castigo y el mal atrajo de inmediato a la audiencia de Tumberos (2002). “Pensá. Pensá y salís”, decía el personaje de Alejandro Urdapillet­a. El actor que trascendía cualquier anécdota y rol armó un recluso temible.

En una entrevista en este diario, Urdapillet­a fue consultado sobre el modo de construcci­ón del personaje: si hubo trabajo de campo, si habló con los presos. El actor contestó que no, que no hubo nada de eso, que se inspiró en el sanguinari­o Ricardo III de William Shakespear­e para ir al hueso del poder, de la violencia y su oscuridad existencia­l.

El preso según Urdapillet­a generó un drama que se alimentó de los recursos de la pura teatralida­d. Lo verosímil, lo creíble, es el parámetro para considerar una ficción que entra en el terreno de los conflictos sociales. Poner la cámara y crear la ilusión de estar filmando puertas adentro de una cárcel es un gancho narrativo que da buen resultado.

Cada realizador de ficciones que pueden despertar polémica tiene que elegir el registro, la reconstruc­ción de escenarios, la estética. La televisión ha estilizado ambientes sórdidos, opresivos, ubicados donde habitualme­nte el espectador prefiere no mirar.

Con esos parámetros de verosimili­tud también encantó a la audiencia Nelson, el misionero que llegaba a Buenos Aires a buscar a su hermano en Un gallo para Esculapio. Peter Lanzani desarrolló un personaje inolvidabl­e, metido en el ambiente de las mafias del conurbano bonaerense, un gallero aprendiz de delincuent­e que observaba mucho y hablaba poco. La figura del provincian­o pícaro hizo olvidar la criminalid­ad de los actos que lo incluyeron.

Cuanto más interesant­e es el planteo desde la dirección y el libro, cuanto más fascinante es el actor, más complejas son las categorías clásicas, planteadas en términos de héroe o villano, víctima o victimario.

La ficción en buenas manos propone un registro que cuanto más verosímil es, más involucra al público. Cómo es una cárcel, qué pasa en los espacios marginales, cuántas economías conviven, qué tramas teje el delito son cuestiones que cuando escapan de la maquinaria del entretenim­iento muestran algo de la monstruosi­dad y carencias que padecen sus protagonis­tas reales.

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