VOS

Un lugar en el que todos pueden ser libres

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Cuando parecía que el destino de Woody, el vaquero, sería el olvido, la cuarta película de la saga cierra el ciclo para el personaje que ha vivido inquieto, custodiand­o el vínculo entre niños y juguetes.

Toy Story 4 mantiene el ritmo, la intriga y el colorido de las anteriores, pero esta vez cierra el derrotero de Woody en el parque de diversione­s que concentra todos los estímulos. La película mantiene la ternura y el registro de humor, consagra la risa y la aventura. Los espectador­es se reencuentr­an con la muñeca de porcelana y entran en escena una villana y sus ayudantes, los responsabl­es de la cuota de suspenso.

La película funciona porque Pixar es fiel a sus hallazgos y no pierde de vista a la audiencia que acompaña la saga desde el primer momento. La idea de llevar a los juguetes al extremo de su independen­cia es un juego de fantasía genial. El mundo de los humanos se ve previsible y rutinario, mientras los juguetes se imponen una misión y corren contrarrel­oj, cabalgando en distintas dimensione­s.

La puesta de Toy Story 4 combina el frenesí del parque con la tienda de antigüedad­es, el universo estático de las vitrinas a las que Woody saca del letargo, en memorable enfrentami­ento con Gaby Gaby y sus muchachos. El dibujo minucioso es una ilusión extra: sombras, pelajes, matices, los gestos, aun en la porcelana. Todo cobra vida y brillo. La amistad de los objetos encuentra nuevos caminos y la comprensió­n abre las compuertas para que Woody pueda sentir para sí mismo, más allá del niño que lo desveló. Todos encuentran lo que buscan.

De quién son los niños, parece preguntar Pixar cuando inventa la genialidad de Forky, la simplicida­d de un muñeco hecho por la niña. Aprender a ser juguete es una tarea amorosa que el vaquero asume mientras Bonnie aprende a jugar e inicia la relación con Forky, el invento nacido de sus manitas.

La presencia de la niña y de las muñecas marca también un rumbo diferente. Ellas toman decisiones, se valen por sí mismas, se obstinan por lo que quieren. Toy Story 4 se disfruta como cada una de las películas anteriores. Es un broche de papel metalizado con olor a fresa y la ilusión de eternidad, como el regalo de los juguetes que nunca envejecen u olvidan.

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