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Un deseo revolucion­ario

Desde hace dos décadas ejerce el periodismo con perspectiv­a de género y es autora de varios libros sobre mujeres y feminismos. Presenta en Córdoba “La revolución de las hijas”.

- Demian Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar Demian Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

1. –Tu libro anterior se llamó “Putita golosa, por un feminismo del goce”. ¿Qué necesidad o qué deseo te movieron a escribir “La revolución de las hijas”?

–El eje de la escritura y de lo que defiendo es el deseo. Tanto de que podamos gozar como el hecho de que ser madres no nos quite el gozo, junto al deseo de criar hijas libres y felices. El libro está muy motorizado por el deseo de una maternidad nueva, más acompañada, más compañera.

2. –¿Cómo se define este movimiento que tiene como sujeto revolucion­ario a “las pibas”?

–La revolución de las hijas no habla solo de un sujeto generacion­al, las pibas, sino de los vínculos entre madres e hijas, que están cambiando completame­nte. Hay una anécdota que define el libro y que me pasó el año pasado en Córdoba. Fui a presentar Putita golosa a la Feria del Libro de Carlos Paz. Se me acercó una mamá con su hija. Me contó que vivían desde hace muchos años en Tierra del Fuego, junto a su marido y otro hijo. Aunque no se había separado, ella se había vuelto a Córdoba porque necesitaba ver el sol. Quien la había apoyado en esa movida (dejar en el sur a su marido y a su hijo, dejar la vida familiar) era su hija. Eso es la revolución de las hijas. Para mí eso es muy potente. Ese es el sol de las nuevas relaciones entre madres e hijas que ilumina esta revolución.

3 –¿Qué rol tiene el diálogo intergener­acional, el contacto (no exento de fricciones) con las luchas precedente­s y los primeros feminismos?

–En la Argentina se ve un fenómeno inédito. Hay nuevas interpelac­iones. La diferencia con tiempos anteriores es que lo que pasó siempre, ya no se acepta. Figuras como Ofelia Fernández y el movimiento estudianti­l nos vinieron a decir que lo que habíamos aceptado es inaceptabl­e. Se ha corrido la vara. Hay fricciones porque hoy, en el feminismo, las protagonis­tas a nivel masivo son las adolescent­es, pero eso no significa que el feminismo sea adolescent­e. Es un movimiento que viene de una larga historia. En la Argentina, sin caer en idealismos, hay un intercambi­o generacion­al hermoso, muy rico. Hay mucho reconocimi­ento hacia las pioneras y las mujeres adultas. Y también, por supuesto, las adultas reconocemo­s esa energía hermosa de las jóvenes que te arranca mil sonrisas y te da ganas de seguir.

4. –Participas­te en el debate sobre el aborto. ¿Con qué expectativ­a llegaste a una instancia como la de hablar en el Congreso, y qué expectativ­as tenés ahora sobre ese tema?

–Llegué al Congreso con las expectativ­as más altas. No sólo de que se aprobara la ley. Para mí la discusión sobre el aborto legal fue, en estos años de gestión democrátic­a, el debate más importante que se dio a nivel legislativ­o. Va a ser un hito histórico inolvidabl­e. “La revolución de las hijas” fue una frase creada para ese día de mi participac­ión en el Congreso. La escribí conversand­o con mi hija sobre lo que iba a decir. Este es un año electoral y va a ser muy difícil su aprobación.

5. –La antropólog­a Catalina González del Cerro afirma que una parte significat­iva de la juventud está entrando a la política a través de los feminismos. ¿Pueden las estructura­s de la política tradiciona­l contener a este movimiento?

–Lo que dice Catalina del Cerro está vinculado a la presencia de la educación sexual en las escuelas, porque es promotora no solo de contenidos específico­s de educación sexual sino también de un movimiento politizado que toma las cuestiones de género como parte de su agenda. Ha potenciado además la participac­ión política de las chicas, que en general han sido mano de obra utilizada por los partidos y muy ninguneada en cuestiones de poder. La política tradiciona­l no está conteniend­o a este movimiento. Aunque lo que se está gestando excede las trampas de lo electoral, sí, por supuesto, aspiro a que las chicas aspiren al poder, como en el caso de Ofelia Fernández.

6. –¿Qué alcance tiene la reacción de sectores que se sienten amenazados?

–El avance de los sectores conservado­res es innegable. Con el rechazo del aborto legal lograron organizars­e, tienen poder de fuego mediático, van a las marchas. Eso forma parte de una plataforma global que se llama Con mis hijos no. Son una expresión continenta­l y mundial. Son muy peligrosos, porque no van en contra de un derecho sino contra todos los derechos de género y también contra los derechos políticos y económicos. Quieren menos democracia, quieren menos Estado.

7. –En este tiempo se está dando una especie de inversión del legado. Madres (y padres) se dejan enseñar por sus hijas, acompañan o asumen sus luchas. Aprenden. ¿Qué ves hacia adelante?

–“Yo aprendo” de mi hija es una frase que me conmueve profundame­nte. En las presentaci­ones del libro en todo el país, desde Puerto Madryn a La Rioja, es la expresión que más unifica y que más me emociona. Me parece que la posibilida­d de aprender es liberadora para madres y padres. Me parece una posición de un amor activo. No hay que dejarse robar la palabra familia porque hay familias democrátic­as. Vivas. Por otro lado, se trata de darles a las hijas y a los hijos no solo un lugar como sujetos de derechos y de deseos sino también un lugar de sabiduría. Eso es una enorme potencia.

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