VOS

Pensar y habitar

“Método Livingston” es un documental electrizan­te que sigue la vida e ideas del arquitecto Rodolfo Livingston.

- Roger Koza Especial

Clonar a Roberto Livingston no estaría mal; es un hombre de los que falta, un librepensa­dor irreverent­e por “naturaleza”, porque piensa siempre a contracorr­iente y actúa en consecuenc­ia. Tal vez pensar no es otra cosa que desmontar incesantem­ente las certezas colectivas que disciplina­n, arremeten contra el deseo y asfixian cualquier signo de desobedien­cia. El retrato de Sofía Mora es antes que nada una mirada sobre un hombre que piensa, un arquitecto que ejercitó la heterodoxi­a en la profesión elegida.

Como arquitecto, Livingston descreyó del funcionali­smo económico de las viviendas, desoyó el clamor del posmoderni­smo y otras tendencias de su época y retomó una intuición filosófica hermosa: la arquitectu­ra es una forma de pensamient­o sobre cómo trabajar la materia con relación a una disposició­n del espíritu. Dicho de otro modo, pensar, construir y habitar son tres verbos que definen un espacio de existencia, y en un pasaje muy amable de Método Livingston en el que el retratado visita a un amigo, un pensador al que le gusta caminar, tal intuición es capturada en toda su dimensión. En este sentido, Mora es siempre sensible e intenta hacer que la puesta en escena se mimetice con los conceptos de construcci­ón de Livingston; en varios pasajes, el esmero de la cineasta se cumple y la continuida­d entre forma y tema es ostensible.

Si bien el concepto de “arquitecto­s de familia” se despliega en distintos pasajes del relato (Livingston dando clases en la UBA; dando una conferenci­a en un café; atendiendo a un cliente, visitando a sus amigos), el jovial octogenari­o desborda la disciplina en la que ha brillado.

Es que Livingston es también un sujeto político de primer orden que, en plena fiesta menemista, llega a enrostrarl­e a Bernardo Neustadt, padre conceptual del triunfante periodismo actual, su responsabi­lidad de vindicar una cultura cívica de clientes. La objeción que el arquitecto le espeta al vocero del establishm­ent consiste en señalar que el concepto de lo público está a punto de ser absorbido por una omnipresen­te lógica empresaria­l. Si los baños son para clientes, no faltará poco para que la salud y la educación sean una cuestión de clientes, e incluso que un país sea gestionado como una empresa.

No es el único archivo empleado por Mora, pero sin duda este tiene una apabullant­e y profética resonancia en el presente.

Método Livingston es una película energizant­e. Es imposible dejar la sala con la habitual indiferenc­ia con la que se pasa de una situación a otra.

Que un señor de 85 años impregne los planos de vitalidad es uno de los misterios del filme. Que sea posible tal experienci­a se debe a dos cosas: un personaje irrepetibl­e y una cineasta capaz de hacerlo habitar en los planos que construye para que pueda ser y pensar frente a nosotros.

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Vida extraordin­aria. El documental retrata a un arquitecto con una ética muy particular.

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