VOS

Un fruto extraño

“El árbol de peras silvestres” es una fábula moral de aparente simpleza.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Fábula subreptici­amente irreal sobre la asimilació­n de un linaje, El árbol de peras silvestres es también la película más accesible y sosegada de Nuri Bilge Ceylan. Algo que ya es mucho decir para un filme de tres horas, osados saltos narrativos y montaje enigmático. La premisa es de llaneza universal: el graduado Sinan (Dogu Demirkol) vuelve a su natal aldea de Can con ansias de publicar su primera novela y partir cuanto antes del lugar. El conflicto eminente es con su padre Idris (Murat Cemcir), maestro de escuela que endeudó a la familia con apuestas y que enfatiza su irresponsa­bilidad con comportami­ento infantil. Al principio Sinan semeja la parte madura y razonable, pero el avanzar del filme lo revelará arrogante, oscuro y resentido.

De manera grácil y virtuosa se suceden personajes a través del recorrido pueblerino del protagonis­ta, en encuentros que mantiene con sus parientes, una excompañer­a de colegio, amigos, un funcionari­o y un escritor consagrado. Las secuencias de la joven y el literato son magníficas y agudizan la elocuencia formal del filme. El director turco se concentra deliberada­mente en espacios interiores –los paisajes se ven fugaces, nublados, recortados– y en las conversaci­ones: extensas y frondosas, suponen verdadera materia temática, visual, sonora y temporal y clave escurridiz­a de la deriva de Sinan. Como en las cintas de Hong Sang-soo, los diálogos son tan banales como intrincado­s y repasan cuestiones afectivas, filosófica­s, políticas o religiosas haciendo rozar los planos de lo que se dice y muestra. Por momentos el fuera de campo es la polar globalidad, y así se dice que Janet Jackson lleva el velo islámico o se menciona la anécdota de un hombre que tiró su iPhone en un apedreamie­nto. Las palabras decisivas las pronuncia el narrador famoso al que increpa Sinan: “Nada es tan ordinario como parece”.

El árbol de peras silvestres encubre dimensione­s múltiples ya desde su título, el mismo del fallido debut literario de Sinan. Un peral en el que ocurren epifanías, y el pozo de agua infértil en que trabaja Idris y el libro en cuestión, son los arquetipos simbólicos de esta aparente “historia sencilla” de Ceylan, que compone su viñeta moral con el desparpajo de un fruto imperfecto.

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Una mirada particular. Es el filme más accesible del director turco.

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