Una transición arriesgada y a la vez feliz
Toda película de transición tiene dos caminos para tomar: renovar los aires y dejar el terreno listo para un nuevo comienzo o continuar en la misma línea de lo que se vino haciendo sin asumir ningún riesgo. Spider-Man: lejos
de casa tiene la valentía de tomar los dos caminos y hacer que el resultado sea, al mismo tiempo, una continuación basada en la fórmula ya probada en SpiderMan: de regreso a casa y una apuesta ligeramente arriesgada a un nuevo futuro para Los Vengadores.
Si bien los conflictos internos de Peter Parker continúan, desde el comienzo del filme el personaje demuestra estar convencido de que su prioridad es aprovechar el viaje a Europa con sus compañeros de curso para declararle su amor a MJ, lo que da pie a que la película se convierta en una divertidísima comedia adolescente de aventuras, cuyos principales logros son sus efectivos gags y chistes, que sirven para alivianar el sentimiento de congoja que dejó
Avengers: Endgame.
Que Jake Gyllenhaal nunca termine de encontrar el tono para darle más consistencia a Quentin Beck/Mysterio no quiere decir que el personaje no sea sólido. Mysterio probablemente sea uno de los mejores villanos que ha dado Marvel hasta ahora porque tiene la ventaja de parecerse a los villanos de la vida real. ¿Acaso alguien duda de que es mucho más peligroso el cínico que te saluda con un abrazo, con la intención de manipularte, que cualquier villano de cómic?
Como casi todas las historias de superhéroes, por debajo de la película circula un argumento muy sincronizado con los tiempos que corren, sobre todo con lo referido a las nefastas artimañas tecnológicas de la política contemporánea. ¿Es Spider-Man:
lejos de casa una crítica encubierta a la presidencia de Donald Trump? Todo indica que sí. Y cada vez que Marvel recurre a la política como subtexto, sus productos cobran un valor mucho más alto que el que suelen darles desde la crítica especializada.