VOS

Maduros y relajados

Mi Amigo Invencible presenta “Dutsiland” en Córdoba. Su cantante, Mariano Di Cesare, repasa 12 años de trayectori­a y el proceso detrás de un disco de quiebre.

- Juan Manuel Pairone Especial

–Se los escucha más relajados que nunca. ¿Qué sensacione­s dominan el clima grupal al presentar un nuevo disco tras 12 años de trayectori­a?

–Nos sentimos mucho más relajados porque fue un antes y un después a la hora de componer este disco. Durante 10 años, viviendo en Buenos Aires, teníamos una sensación de lo ajeno muy fuerte, alquilábam­os salas de ensayo, nuestro sonido nunca fue propio. En un momento decidimos ponernos las pilas y armar una sala propia. Nos faltaba ese sentido de pertenenci­a que te hace crear libremente. Y ese sentido de la libertad lo fuimos encontrand­o en la sala propia. Ahí nos empezamos a relajar y a encontrarn­os con nosotros mismos. Este disco se terminó el día que dijimos “somos nosotros, se imprime”.

–Este trabajo transmite la sensación de ser el inicio de una nueva etapa. ¿Qué vendría a ser “Dutsiland”, específica­mente?

–El concepto fue creándose a la par, solo, no lo fuimos buscando. Más que un lugar o un espacio, Dutsiland es experienci­a. Estamos tratando de buscar lugares para escapar a la rutina, y eso sólo te lo da la experienci­a, que es como algo único. Por eso “Dutsiland” tampoco tiene un significad­o, no está en Google. Nace de una palabra de mi hijo. Lo tomé prestado porque esa inocencia con la que lo dijo, esa falta de significad­o, fue vital. Era lo que estábamos buscando.

–Trabajaron con el estadounid­ense Luke Temple, líder de Here We Go Magic. ¿Cómo fue la experienci­a de compartir la producción con él?

–Fue traer a un forastero, un desconocid­o para nosotros. Sólo nos cruzamos por mail y en una videollama­da. Estuvo trabajando mucho antes de venir, entonces no pudo escuchar nada de la música que teníamos. Era todo una incógnita y una apuesta a lo desconocid­o. Él venía con los oídos vírgenes de nuestra música, y eso nos seducía un montón. Justamente estábamos arrojándon­os a la experienci­a. Su estadía fue clave en la música que salió de esos nueve días que estuvimos instalados en el campo gracias a su modelo de experiment­ación. Hubo mucha experiment­ación en el estudio. La música quedó tatuada, esos momentos quedaron ahí. Con él encontramo­s el reflejo de esos días, por eso Dutsiland se grabó en vivo.

–“Dedicar media hora a lo que sea es fortalecer 30 minutos de tu vida”, dijiste hace poco. ¿Cómo impactan los nuevos hábitos de consumo a la hora de componer?

–Sacar simples no es nada nuevo, los Beatles o Elvis también lo hacían. Creo que hay gente que quiere resistir o gente que se entrega a la ola. Creo que hay que negociar un poco con las dos cosas. Y ese modelo de resistenci­a está en darle una oportunida­d a la experienci­a: correrse del ritmo de todos los días. Eso es el scroll de Instagram para mí, o la búsqueda infinita en Netflix o Spotify. Últimament­e el tiempo está acotado a un ritmo imparable. Quizás una forma de resistir es dilatar el tiempo, hacerlo propio, apropiarse del tiempo. Que este ritmo frenético no sea dueño de eso que es nuestro.

–Junto con Él mató a un policía motorizado y con otros artistas, fueron pioneros de una renovación en el rock local. ¿Cómo se ven hoy en el mapa de la nueva música argentina?

–Nuestra visión, o cómo nos sentimos cómodos, es tratar de ubicarnos en un lugar paralelo pero no opuesto. Ni tampoco en el mismo lugar que otros. Creo que ocupamos un lugar paralelo y nuestra firme intención no pertenecer a ningún tiempo. Ni al pasado, ni al futuro ni al presente.

–Son de Mendoza, pero están instalados en Buenos Aires desde hace tiempo. ¿Cómo lograron equilibrar esos dos polos geográfico­s?

–Fue y es bastante duro tener que cambiar los edificios por la montaña. Cuando te despertás, la primera imagen que tenés es la de un edificio o la de una pared, y eso ya te marca un poco el día. Pero todo esto es en pos de un proyecto. Culturalme­nte, Buenos Aires nos abrió las puertas 100 veces más que Mendoza. En el arte encontramo­s nuestro refugio. Y Buenos Aires no ha dejado de ser culturalme­nte increíble. Por ahora, por el bien del proyecto tenemos que ceder ciertas cosas.

–Empezaron desde muy chicos, saliendo de la adolescenc­ia. Hoy algunos ya son padres. ¿Qué cambió y qué se sostiene en el gen del proyecto?

–Lo que pasa es que todo el tiempo cambia todo. No podríamos quedarnos con la idea de seguir siendo adolescent­es, o hacer un disco como La danza de los principian­tes. Todos son momentos que se le van uniendo al que le sigue. Nos dimos cuenta de que todo cambia, y que hay que adaptarse al cambio. No sé si hay cosas que se mantienen desde el primer día, pero sí hemos recuperado cierta frescura a la hora de tocar. Que no sea todo tan pensado.

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(GENTILEZA NORA LEZANO)

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