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La magia está intacta

A días de la llegada de “Ovo”, del Cirque du Soleil, hablamos con uno de sus acróbatas para que adelante cómo será este show.

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

Hasta hace unos años, ver al Cirque du Soleil implicaba trasladars­e a una gran capital del mundo. Este año, en Córdoba, podremos ver por cuarta vez a la celebrada compañía internacio­nal. Después de Corteo, Sép7imo

Día y Amaluna, desde el domingo 25 de julio habrá varias funciones de Ovo, espectácul­o que está cumpliendo 10 años y por primera vez llegará a la ciudad.

El nombre significa “huevo” en portugués y el show fue creado por la directora de teatro y coreógrafa brasileña Deborah Colker. Presenta a toda una serie de insectos: orugas, hormigas, saltamonte­s, vaquitas de San Antonio, mariposas, entre otras criaturas minúsculas que conforman un mundo tangible, conocido, y que con el velo de la compañía se vuelve fantástico.

Por eso, también, muchos señalan a Ovo como la obra que mejor se adecua al público infantil. Como todas las puestas del circo, no se limita a una acumulació­n de aventuras de jardín contadas con proezas, sino que subyace también una idea, que esta vez gira en torno a la diversidad, la multicultu­ralidad y la multiplici­dad de cuerpos e identidade­s.

“Ovo es un espectácul­o muy divertido, la energía es mucha, el nivel de acrobacia es fuerte y creo que la historia es muy simple para ver. Y aunque sea de hace 10 años es muy actual el tema, el de la aceptación de alguien de afuera. Somos todos insectos diferentes y al llegar uno nuevo al principio hay rechazo, pero luego aceptación”.

Quien habla es Martín Alvez, acróbata del Cirque du Soleil. Martín es hijo de padres argentinos, pero nació en Brasil. Allí vivió hasta los 14 años, edad en la que se instaló en Argentina, donde cursó su secundaria. En el país empezó su carrera de gimnasia deportiva,

en un grupo de elite. Y luego se interesó por el circo y cambió la competenci­a deportiva por las puestas artísticas.

Deportista­s y artistas

“En la gimnasia artística o deportiva masculina, tu carrera puede terminar como mucho a los 30 años. Con el circo podés llegar a los 50 o 60 años, según cómo aguante el cuerpo. Yo tengo 40 y sigo en un nivel acrobático alto, pero si en el futuro quiero cambiar el número, puedo hacer algo artísticam­ente impactante pero más suave en lo acrobático. Eso te permite tener una vida artística-acrobática más extensa”, cuenta.

Martín es parte de este equipo itinerante, en el que hay personas de 25 nacionalid­ades diferentes (a los que se suman los entre 60 y 80 colaborado­res de cada ciudad donde se presentan). Su número es el de las mariposas de Ovo, que comparte con Beth Williams, que es además su esposa.

Del otro lado del teléfono Martín cuenta que los ensayos y su frecuencia cambian según la cantidad de shows que tengan por día. Los ensayos incluyen repetir el número completo, pero también revisar cuestiones técnicas, la preparació­n física y el puro entrenamie­nto. Y si bien el escenario es siempre el mismo, hay que ajustar detalles en cada ciudad porque lo que cambia es la vista del público.

Otra curiosidad de la adaptación a cada lugar está relacionad­a con el clima: “Lo que cambia también de una ciudad a otra es la humedad, el aire más seco o más húmedo altera algunas cosas. En mi caso, que trabajo con cintas, hay que tener cuidado con las cintas y con la piel. Hay trucos en los que sostengo del cuello, o de la mano o del tobillo a mi compañera. Y si estás transpirad­o puede estar la piel resbalosa y eso puede complicar las cosas. Pero por eso también tenemos elementos para controlarl­o”.

Cuando Martín habla sobre Beth, su compañera, y dice “ella me sostiene a mí y yo a ella”, no lo hace en un sentido figurado. En el número realmente ambos dependen del otro. Y si la comunicaci­ón de miradas que en las parejas puede decir muchas cosas, entre ellos es directamen­te vital. “Nos miramos y sabemos qué decimos, si algo está yendo bien, o hay algo diferente o en qué dirección ir. Trabajamos con bastante riesgo”, agrega.

–¿Te seguís poniendo nervioso antes de cada función?

–Sigo, sí, en cada función, y eso de cierta forma me encanta, es un nivel de nerviosism­o que disfruto sentir. Y si algún día no lo siento más debería retirarme. Porque puede significar que ya no ame más lo que hago. O, peor, puede significar que no esté enfocado y podría sufrir un accidente.

Nervios

Cuando los espectador­es estamos sentado en las butacas, cómodament­e mirando cómo esos acróbatas desafían la ley de gravedad y se mueven por los aires, livianos como si fueran verdaderos insectos, muchas veces sufrimos. Disfrutamo­s pero también sufrimos un poco, con ese temor de que alguien se caiga.

Martín dice que le gusta sentir eso en la mirada del público: “No quiero que se sientan mal, pero sí disfruto de despertar esa respuesta. Me encanta que sientan eso, como cuando alguien me dice que nos ve y le transpiran las manos”.

¿Cómo concentran los acróbatas? Los que no lo somos a veces tenemos fantasías, imaginamos que sus destrezas salen mágicament­e tras mucha repetición. Pero hay muchísimo trabajo mental detrás de todo.

Alvez dice que no es sólo una cuestión de calentar los músculos y entrar en calor. Es también pensar el número, repasar mentalment­e algunas partes específica­s, recordar si algo no salió tan bien en la función anterior. Y repite los verbos “pensar” y “repensar”.

Con Beth Williams, su esposa, viven de gira, pero cuando el trabajo les da un respiro residen en Londres. Trabajan juntos hace cinco años y hace ocho meses que comparten el número de las mariposas de Ovo. Se conocieron en un circo inglés en 2013, donde ambos hacían straps (cintas acrobática­s).

–¿Cómo es la vida en pareja de un par de acróbatas? ¿Qué hacen en su tiempo libre?

–Tenemos una vida normal, vamos al cine, vemos películas, vamos al parque. Si estamos en una ciudad con playa, a mí me gusta ir a surfear. Pero también está el tema de que vivimos juntos, viajamos juntos, ensayamos juntos y trabajamos juntos. Así que, si hay un día libre, por ahí cada uno hace su plan por separado. Lo opuesto a otras parejas, quizás.

“AUNQUE EL ESPECTÁCUL­O TENGA YA 10 AÑOS, ES MUY ACTUAL EL TEMA: EL DE LA ACEPTACIÓN DE ALGUIEN DE AFUERA”.

“SI ALGÚN DÍA NO SIENTO MÁS NERVIOS, DEBERÍA RETIRARME. PORQUE PUEDE SIGNIFICAR QUE YA NO AME MÁS LO QUE HAGO”.

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(PRENSA CIRQUE DU SOLEIL)
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(PRENSA CIRQUE DU SOLEIL) Experiment­ado. Alvez tiene 40 años, pero sigue en un alto nivel. “Si en el futuro quiero cambiar, puedo hacer algo impactante, pero más suave en lo acrobático”, dice.
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