VOS

La magia de los insectos

Cómo es “Ovo”, el espectácul­o que el Cirque du Soleil trae en su nueva visita a Córdoba. Los momentos más destacados del show que tiene funciones hasta el domingo.

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

Hace no muchos años, ver un espectácul­o del Cirque du Soleil era para los cordobeses un plan que implicaba viajar a otras ciudades. Por suerte, dejo de ser así y anoche la compañía internacio­nal trajo su cuarto show a Córdoba, Ovo, que sigue hasta el domingo.

Como adelantaba­n las reseñas del espectácul­o, por sus colores, su narrativa y su música, Ovo es quizá el más ATP de todos los presentado­s en Córdoba hasta ahora

(Corteo, Séptimo Día y Amaluna), disfrutabl­e para adultos y niños.

Los anfitrione­s del show, normalment­e (y ésta no es la excepción) a cargo de los momentos más narrativos y de los impasses humorístic­os, son un grillo y una vaquita de San Antonio (o algún otro insecto, la dificultad para identifica­rlos habla más de nuestro desconocim­iento de biología que de los vestuarios del show).

Encabezand­o la comunidad de bichos, ambos son los que reciben al recién llegado, una mosca azul que carga un huevo y, al principio, despierta desconfian­za y suspicacia entre los demás. A partir de esa irrupción en la rutina de estas criaturas en miniatura, se desarrolla la puesta y la historia, ambas unidas de manera orgánica.

La puesta, los trajes y las destrezas (esta vez en un repertorio de acrobacias más clásicas que en otros espectácul­os que vimos) se potencian con la música brasileña y el ambiente tropical que genera esta obra creada por la coreógrafa Deborah Colker, que ya tiene 10 años y si ha envejecido lo ha hecho muy bien.

La bossa y otros ritmos le dan a

Ovo una identidad particular, única, que combina bien con la diversidad de personajes que aparecen y hasta con los sonidos de la flora y la pequeña fauna silvestre.

Show de talentos

Las hormigas rojas, formadas por un grupo de acróbatas, son las primeras en subirse a desplegar en el escenario sus talentos, con objetos varios (que emulan a kiwis y otros frutos) que manipulan con pies y manos como si fueran de aire. Langostas, grillos, libélulas, hormigas y otros seres desfilan en adelante, uno detrás de otro, con naturalida­d.

El número de las mariposas, formado por Martín Alvez y Beth Williams, que trabajan con cintas en el aire, sorprende con su sutileza y con la delicada coordinaci­ón de ambos, que nos hacen creer que la gravedad es un concepto abstracto que no se aplica en ese universo de seres flotantes.

El clásico número circense con diábolos, que no podía faltar, es una tradición que en Ovo adquiere relevancia. Aunque es uno de los números que no se admira por igual en todas las ubicacione­s, uno de los pocos en los que las primeras butacas permiten una apreciació­n privilegia­da. Y si bien el hecho de que no haya una estructura de carpa para ubicar al público hace que algunos actos se pierdan, la mayoría se luce bien desde los varios puntos de asientos del Orfeo.

El número de trapecista­s, por ejemplo, es uno de los momentos más altos, en los que las maravillas

de las acróbatas se destacan desde cualquier rincón. Al igual que los momentos de humor blanco que protagoniz­an la mosca y el grillo, con participac­ión del público incluida.

Momentos destacados Párrafo aparte para algunos de los mejores momentos del show. Como el de la oruga que se contornea como una bailarina de samba, en un vestuario increíble que parece logrado con efectos especiales. O los trajes de “bichos palos”, en zancos, que tienen una impronta escénica majestuosa. O el número de la araña, en el que la contorsion­ista mongola parece, como su personaje, realmente ser invertebra­da.

Para anotar: preparar la sorpresa para el número acrobático de las langostas, que vuelan por los aires entre una palestra y unas camas elásticas, de mucha potencia, mareando a quien los mire, cambiando la perspectiv­a de arriba/abajo, piso/ techo.

Y hay todavía más: equilibris­tas, danza, coreografí­as, humor. Pero seguir sería hacer spoiler y las maravillas de este jardín de insectos no se acaba allí. Ovo, como la palabra que lo designa, está lleno de sorpresas y es a la vez un clásico relato del Cirque du Soleil.

 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? Belleza. La producción que trajo la compañía canadiense al Orfeo ofrece algunos cuadros bellísimos y otros con mucha adrenalina circense.
(JAVIER FERREYRA) Belleza. La producción que trajo la compañía canadiense al Orfeo ofrece algunos cuadros bellísimos y otros con mucha adrenalina circense.
 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? El cuadro de las mariposas. Martín Alvez, hijo de argentinos, y su esposa, Beth Williams, en acción.
(JAVIER FERREYRA) El cuadro de las mariposas. Martín Alvez, hijo de argentinos, y su esposa, Beth Williams, en acción.
 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? El anfitrión. El grillo anfitrión recibe en la comunidad de insectos al extraño bicho azul.
(JAVIER FERREYRA) El anfitrión. El grillo anfitrión recibe en la comunidad de insectos al extraño bicho azul.
 ??  ?? Dos de los cuadros que se destacan en la primera parte del show.
Dos de los cuadros que se destacan en la primera parte del show.
 ??  ?? Diábolos y hormigas.
Diábolos y hormigas.
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Vértigo. Una escena con trapecista­s que cruzan los límites.

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