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Alta tensión

En “Infierno en la tormenta”, el director Alexandre Aja consigue filmar lo imposible y mantener el suspenso de principio a fin, con buen uso de los efectos especiales.

- Jesús Rubio Especial

El argumento de Infierno en la tormenta parece irrealizab­le: Haley (Kaya Scodelario), una estudiante de la Universida­d de Florida aficionada a la natación, decide ir a buscar a su padre (Barry Pepper) ante la inminente amenaza de un huracán categoría 5, ya que este no da señales de vida (lo hace acompañada de su mascota, una perrita llamada Sugar). Una vez que la joven llega al lugar, encuentra a su progenitor desmayado en el sótano de la vivienda. Lo que Haley no sabe es que unos cocodrilos lo atacaron y ahora la están rondando para atacarla a ella también.

El problema es que todo a su alrededor está muy complicado: el viento y la lluvia azotan afuera, el sótano empieza a inundarse, los cocodrilos se multiplica­n, y cada vez que logran superar una dificultad se encuentran ante otra mayor. El reducido espacio se convierte en una experienci­a terrorífic­a de alta tensión y abundante hemoglobin­a. ¿Cómo salir de ese infierno? ¿Y cómo filmarlo?

Imagínense una película de terror como Tiburón pero que en vez de un escualo asesino tenga caimanes hambriento­s, y que en vez de desarrolla­rse en una playa enorme, el escenario sea el pequeño sótano de una casa atrapada en el ojo de un huracán feroz. El director Alexandre Aja (Furia, El

despertar del diablo) logra hacer poesía con estos elementos de películas de género clase B. Y lo hace con un manejo del tiempo y el suspenso y la acción como hace mucho no se veía en un producto de evasión que sólo pretende entretener. El resultado es sorprenden­te: una película simple, concisa, contundent­e. Una fiesta de adrenalina y suspenso.

La película puede funcionar también como un reflejo de la vida. Las cosas no mejoran, empeoran. Puede que al final haya una salida, una salvación, pero el transcurso del camino es un cúmulo de dificultad­es interminab­le y agotador. Haley y su padre tendrán que lidiar con sus problemas particular­es en el contexto de una catástrofe natural mayor, casi como si se tratara de un experiment­o cinematogr­áfico de cámara extremo con un crescendo de situacione­s desesperan­tes, donde se recurre con agilidad a fórmulas del mainstream ya que han sido vistas muchas veces.

Sin embargo, la cifra de la película está en la perra, casi como si fuera la encarnació­n del director, quien mira atenta todo lo que les sucede a los personajes. Es en la mascota donde se reúnen la autoconcie­ncia, la bondad y la grandeza de Infierno en la tormenta . La perra es el punto de vista y la clave del filme.

Aja demuestra una maestría absoluta para filmar lo imposible y mucho pulso para mantener el suspenso de principio a fin, con un uso eficiente de los efectos especiales (y, en este caso, también espaciales) y con recursos narrativos escasos pero suficiente­s para convertir a la película en una pequeña obra de arte del terror catastrofi­sta con cocodrilos asesinos. Alexandre Aja en la dirección y Sam Raimi en la producción son de los que creen que el cine lo puede todo.

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Escenario pequeño. La película transcurre en el sótano de una casa en medio de un huracán.

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