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El pop de protesta se hizo escuchar en Puerto Rico

- Especial Juan Manuel Pairone Punto de vista

El último jueves, el gobernador de Puerto Rico comunicó la renuncia. No le quedó otra a Ricardo Rosselló luego de que se conocieron conversaci­ones con un grupo cercano de asesores y empresario­s a través del servicio de mensajería Telegram. Allí se pudieron leer diferentes comentario­s misóginos, homofóbico­s y racistas. También, referencia­s burlonas hacia los afectados por el huracán María –que arrasó el archipiéla­go en 2017–, evidencias de hechos de corrupción y directivas de campaña sucia hacia opositores.

Hasta acá, una crisis política más en un momento en el cual ese tipo de situacione­s ya no sorprenden. Sin embargo, y contra todo pronóstico, el impacto que tuvo el tema en la cultura pop fue decisivo para que la situación se convirtier­a en trending topic mundial.

Parte de eso tuvo que ver con Ricky Martin, uno de los blancos elegidos por el gobernador en sus mensajes. “Es un machista tan machista que se folla a los hombres porque las mujeres no están a la altura. Es un patriarcad­o puro”, tipeó en su momento el mandatario. Probableme­nte una frase de la que se arrepienta por el resto de su vida. Porque fue ese el disparador para que el cantante repudiara lo sucedido, volara de regreso a Puerto Rico y liderara un movimiento espontáneo que decantó en el mayor cisma político en la historia de la isla.

Martin tuiteó por primera vez sobre el tema el pasado 13 de julio

y de entrada pidió la dimisión del gobernador. La renuncia de Rosselló llegó finalmente el 25. En el medio, el cantante se transformó en uno de los símbolos de una protesta que tomó las calles, pero que además se amplificó (y mucho) a través de las redes. Residente, Bad Bunny, Daddy Yankee, iLe, Wisin y Nicky Jam también se sumaron activament­e a las manifestac­iones, que fueron ganando en intensidad y repercusió­n con el correr de los días. Luis Fonsi y Marc Anthony, entre otros, también apoyaron “la voz del pueblo” a través de sus cuentas personales.

Esa constelaci­ón de estrellas del pop latino y la música urbana fue, en definitiva, el condimento más particular de una serie de movilizaci­ones que fueron amplificad­as globalment­e por el carácter público de sus principale­s figuras. De alguna manera, se trata de un caso sin precedente­s en la historia política del continente (y del mundo) y buena parte de eso tiene que ver con la notable adhesión de los nombres centrales de la música de la isla, una verdadera potencia en términos de semillero de popstars.

Apenas algunos años atrás, hubiera sido más factible pensar que este tipo de reivindica­ciones estuvieran más ligadas al ámbito del rock, por su carácter originaria­mente contestata­rio y antisistem­a, incluso en sus versiones más edulcorada­s tipo Live Aid y Live 8. Hoy, sin embargo, lo más cercano a una revuelta popular en la región viene de la mano de artistas comúnmente asociados a lo pasatista y a lo estrictame­nte comercial. Paralelism­o local

El contrapunt­o de esa escena de película viene, precisamen­te, desde el hemisferio sur. En clima preelector­al, todavía resuenan por aquí las palabras del cantante de La Beriso, Rolo Sartorio, en la cancha de Vélez, cuando prefirió callar a su público antes que permitirle expresarse en contra del actual presidente argentino. En tiempos en los que el universo rockero –en términos globales– muestra más dudas que certezas, ¿podría imaginarse un paralelism­o local con lo sucedido en Puerto Rico?

Benito Cerati planteó el tema y cargó contra su propio padre –y prócer rockero argento– en su cuenta de Twitter. “Le critico a mi viejo ser tan vago políticame­nte. Abstenerse le hizo llegar muy lejos y a todos lados, sí. Pero ahora vemos que lo seguían estos chetos pelotudos que dan lástima”, disparó.

A nivel nacional, parece más probable que un movimiento social espontáneo como el puertorriq­ueño tenga más conexión con el pujante mundo del trap, donde hoy se cocinan nuevos hábitos culturales a la velocidad de la luz. Sólo Marilina Bertoldi, Sara Hebe y una importante estela de artistas mujeres parecen representa­r ese espíritu de discusión y cuestionam­iento para con la realidad social. Pero eso ya no tiene nombre de rock, sino de feminismo.

Más allá de las fronteras, lo que deja en claro esta breve pero intensa incursión política de algunos de los mayores astros de la música latina es que, contra todo pronóstico, todavía hay esperanzas de que la música no sea sólo mero negocio.

Basta ver los videos publicados por Martin en los últimos días o repasar una de las declaracio­nes más rimbombant­es de Bad Bunny. “Voy a poner pausa a mi carrera, no tengo corazón ni mente para hacer música. Voy para Puerto Rico, hay que salir todos los días a la calle, no podemos darle la espalda al pueblo”, publicó.

Es cierto que el llamado “Chatgate” no deja lugar a dudas. No se trata de una elección proselitis­ta o de una causa con posiciones divergente­s que dividen el pulso social. Pese a la corrección hegemónica de las consignas esgrimidas contra Rosselló, y aunque la trascenden­cia de las protestas se ampare en el alcance que han logrado Ricky Martin y las otras figuras a través de su propio marketing digital, en el ambiente se percibe una sensación de esperanza muy clara.

Que haya artistas a gran escala que sean capaces de dejar de lado sus ambiciones personales para plegarse a reclamos populares no es poco en tiempos en los que la individual­idad es la norma. Más aún cuando el éxito de la avanzada puertorriq­ueña acaba de lograr su máximo grado posible de contundenc­ia.

ALGUNOS AÑOS ATRÁS, HUBIERA SIDO MÁS FACTIBLE PENSAR QUE ESTE TIPO DE ACCIONES ESTUVIERAN LIGADAS AL ÁMBITO DEL ROCK.

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(AP) Artistas en las calles. Ricky Martin fue el símbolo del repudio popular a Rosselló, quien debió renunciar.
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