El arte de contar la historia de nuestros abuelos
“Somos del mundo” es un espectáculo que combina narraciones, música y danza. Hoy, en el Teatro La Llave.
Palabras, miradas y un tema que une el pasado con el presente: los migrantes. Esa es la propuesta de Somos cuento en el mundo, un grupo de cuatro narradoras orales que despliegan el arte de la palabra, vestidas de blanco, acompañadas por la música y el movimiento de los cuerpos alrededor de un globo terráqueo danzante en el escenario. El mundo hecho globo que se balancea al ritmo de los cuentos que remontan a los orígenes.
Sol Argayo, Andrea Lucca, Carla Herbstein y Constanza Vendramini son las cuenteras que desde hace dos años pasean sus historias por los teatros y otros espacios culturales.
El debut fue un homenaje a la multifacética artista chilena Violeta Parra (Alma creativa: homenaje a Violeta Parra). Más tarde llegó Somos del mundo, un espectáculo de cuentos y música que rinde culto a las migraciones de ayer y de hoy. El próximo paso es una puesta artística para las escuelas.
Igual que en los ritos ancestrales, cuando los antepasados contaban sus historias alrededor de un fogón, Somos del mundo propone un ambiente intimista en el que se hilvanan relatos familiares vinculados a quienes dejaron sus tierras para construir una nueva vida en América. Vendramini suma en escena una visión sobre la actualidad de los desplazados, voluntarios o forzosos del siglo 21.
Las cuentistas son pura pasión narradora. Viven de sus profesiones (Argayo, de la música y el teatro; Lucca es bioquímica; Herbstein, docente universitaria y Vendramini, despachante de aduana), pero aman el arte de la palabra y de los cuentos que aprendieron a transmitir en la escuela Narracuentos (y algunas, aún antes, con otros maestros destacados de Córdoba), que dirige Alejandra Oliver Gulle.
A ellas se suman los músicos Erardo Bozzano (ingeniero de profesión), en guitarra y voz; Miguel Cabrera (arquitecto), en percusión; José Vidal, cuatro y flauta y Juan Sánchez, en acordeón. Y dos bailarinas: Noelia Pedraza y Florencia Burnichón.
“Que te cuenten un cuento es una ventana a otras puertas que luego se te abren. Te vuelve a las emociones, a lo básico, a cuando eras chico”, sostiene Constanza Vendramini.
“Somos del mundo empezó con la idea de traer cuentos de los lugares de donde éramos, cuentos del mundo. Pero fue mutando en otra cosa”, explica Lucca. “No es un espectáculo cerrado sino en constante movimiento”, agrega Herbstein.
De aquí y de allá
De alguna manera, aseguran las cuatro mujeres, Somos del mundo hace pie en aquel verso del cantautor uruguayo Jorge Drexler que grita “Yo no soy de aquí, pero tú tampoco. De ningún lado del todo, y de todos lados un poco”.
Las historias son creadas por las narradoras, en versiones libres, con la mirada puesta “en el poder transformador de la palabra”.
“Hay una idea que articula, armoniza y entrama toda la prode puesta. No es un conjunto de cuentos. Si le sacaras la música, los cuentos igual se van hilvanando”, plantea Herbstein.
Así, en poco más de una hora de entrecruce entre ritmos, danza, videos y cuentos, el público se conmueve con una fantástica historia amor, donde un hombre es capaz de “bajarle la luna” a su amada o con aquella en la que unos bandidos rurales del monte chaqueño protegen en un atraco de tren a Benjamín, un inmigrante dueño de un almacén de ramos generales que les provee insumos a la banda de maleantes.
O con la de las cuatro mujeres y una niña que llegan desde Ancona, Italia, a barrio San Vicente, con la única certeza de que el padre de la nena arribó a algún lugar de Córdoba casi dos años antes.
“El cuento es como una partitura musical. Le va dando intensidad y matices a la palabra. El cuento sigue encantando, la palabra sigue maravillando mientras mirás al otro a los ojos. Invita a imaginar”, subraya Sol Argayo.