No necesita legitimación de sus ídolos
Un dato contundente con respecto al impacto de Billie Eilish en la cultura: si uno tipea en Google o en YouTube “Billie”, los sitios la sugieren primero a ella y recién en segundo lugar aparece Billie Jean, una de las canciones más célebres en la historia del pop. A menos de un año del lanzamiento de When we all fall asleep, where do we go?, su laureado debut discográfico, la joven promesa de la música ha calado profundo en el ánimo de una juventud que se identifica con su propuesta, una música que por momentos es pegadiza y por momentos desconcertante. Un buen ejemplo de ello es Bad
guy, el primer corte de difusión, un hit pistero para una generación post rave: bailable y a la vez apático, como si pudiera condensar esa mezcla de ansiedad y libertad que atraviesan los
centennials. Si en 1980 Joy Division demostraba que es posible bailar y llorar al mismo tiempo con Love will tear us
apart, en 2019 esa premisa encuentra un nuevo himno (y un nuevo sentimiento) con la canción emblema de Eilish.
La joven angelina –nació en diciembre de 2001– pudo exorcizar sus fantasmas con ayuda de su hermano Finneas O’Connell, quien produjo el álbum, lo cual da a entender que no hizo falta de
hitmakers ni fastuosos estudios de grabación. El pop de hoy se permite esos movimientos. Por eso es un poco decepcionante que la propia Eilish haya publicado una versión de Bad guy junto a Justin Bieber, porque no lo necesitaba en absoluto.
OK, Justin era su ídolo adolescente y tal vez ella sólo quería darse el gusto, pero el resultado no le suma en nada: ni a ella ni a la canción. Fue una jugada perfecta para despertar a sus haters y también poner en aprietos a sus fans, que vieron cómo su ídola se aliaba a un personaje que ya les resulta ajeno (los detalles que se conocieron de su relación con Selena Gómez fueron determinantes). Pero es sólo un desliz en una carrera que recién empieza.
EL RESULTADO DE LA COLABORACIÓN ENTRE EILISH Y BIEBER NO LE SUMA EN NADA: NI A ELLA NI A LA CANCIÓN.