Si querés ser millonario, primero llorá
LOS CAMBIOS DE LA TELEVISIÓN ARGENTINA PUEDEN PENSARSE A TRAVÉS DE DEL MORO.
Los cambios de la televisión de los últimos años pueden pensarse a través de la carrera de Santiago del Moro.
Por ejemplo, los inicios incorrectos en MuchMusic, cuando analizaba con sorna los videos caseros de fiestas de quinceañeras, inaugurando el consumo irónico.
O la indiscreción que fagocitaba vidas privadas como norma inescrupulosa al frente de Infama.
O la espectacularización de la política y la velocidad de las redes en Intratables.
Santiago Del Moro surfeó los cambios de época, moldeó su estilo, cambió y sobrevivió. Y en ese camino ganó dinamismo y aprendió a llevar la batuta con agilidad de esgrima.
Sin embargo, el conductor nunca perdió ese tono de neutralidad o ingenuidad detrás del cual asoman desde un cinismo vestido de naif, hasta algunas bajadas de líneas presentadas como sentido común. ¿Quién quiere ser millonario? abre un camino nuevo, un estilo más despejado, menos estresante quizás, con la oportunidad
de seguir la senda de Marley, Iván de Pinedo o Guido Kaczka. Pero también en el estilo de Del Moro puede pensarse cómo han cambiado los programas de preguntas. El juego ya no es conocer o adivinar la respuesta, el juego es meter el dedo en el centro mismo de la llaga de la historia emotiva, en el “sacrificio” del jugador, en el golpe bajo, en la lágrima fácil.
La manera en la que se seleccionan esas historias y, sobre todo, cómo se relatan y las guía Del Moro, las acerca a esos testimonios ficcionalizados que incluían ciertos programas religiosos de la medianoche, con relatos trágicos, que acumulan desgracias, una detrás de la otra, a la espera de la salvación divina.
Ni Del Moro ni la televisión actual pueden salvar a nadie. Tampoco es su rol, aunque por momentos nos confundamos. Tarde o temprano, llega la tanda publicitaria.