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Luciana Jury vuelve a Córdoba.

Luciana Jury, la personal intérprete bonaerense trae otra vez a Córdoba su intensa manera de abordar la música popular. Hoy en Aleph Espacio Cultural.

- Alejandro Mareco amareco@lavozdelin­terior.com.ar

“Canto porque es el canal más amoroso, rico y potente. Es el único lugar en el que siento que no tengo que dar explicacio­nes a nadie, que sólo tengo que canalizar una energía que necesito soltar, para mi bien y para comunicar hacia el otro. Es un estado de libertad que busca el encuentro con el otro. Desesperad­amente”.

Luciana Jury, cuando canta, queda envuelta en una estela apasionada que conmueve. Los fraseos, los temblores de su voz en las palabras y una intensidad interpreta­tiva muy personal la han puesto en un lugar bajo la luz en la escena de la música popular argentina.

Esta noche volverá a cantar en Córdoba: a las 21.30 subirá al escenario de Aleph Espacio Cultural (Alvear 254).

Estará a solas con su voz, su guitarra, su cuatro y un nuevo instrument­o que la acompaña desde hace un tiempo: el bichito cordobés, una creación del luthier Homero Zambrano (“cuando lo escuché, dije que me gustaría tener uno, y alguien del público me lo mandó de regalo”).

Traerá su repertorio folklórico argentino y latinoamer­icano tamizado a su manera, con algún acento en cuecas cuyanas, chilenas, bolivianas. Todo esto atravesado por los colores urbanos que le ha impregnado su condición de nativa porteña y vecina bonaerense.

Lo del folklore, ese horizonte interior y luego latinoamer­icano, lo bebió en la infancia de la nostalgia de su familia mendocina: es hija de Zuhair “Negro” Jury (guionista, músico y pintor) y sobrina de Leonardo Favio, el genial cineasta y cantante argentino.

“En general, me acerco a la música de los pueblos. Todos los folklores me resultan interesant­es para ir descubrien­do. Me he criado escuchando eso, y la influencia­s provincian­a no solo queda en la música sino hasta en el cuerpo, en la manera de construir el humor, de cocinar (por ejemplo: hago las empanadas con dos kilos de cebolla y uno de carne, a la manera mendocina)”, dice.

Y en la cocina de su música también forma parte el mundo urbano bonaerense. Ha vivido siempre en Tortuguita­s, “en un barrio de laburantes”. Entonces: “Soy una conurbanen­se, y todo lo que viene de la ciudad y sus orillas, el tango, el rock, la cumbia, la música urbana me impregna y termina de armar una sonoridad en la voz”.

Esa mezcla de lo urbano con orígenes familiares provincian­os abunda en Buenos Aires. “Muchos estamos cargados de una nostalgia que no nos pertenece pero que reivindica­mos. Y traer la memoria siempre es sano y sabio. Aunque no se trata de quedarse en el pasado, de repetir las mismas formas, por eso me animo a intervenir los formatos, a hacer otra manera de folklore. Una puede humildemen­te poner un granito en la construcci­ón dinámica de la música popular”, sostiene Luciana. Por eso es que es capaz de poner una zamba con un fraseo de blue en su boca.

“Como solía decir mi tío (Leonardo Favio) ser artista es testimonia­r el llanto, ser poesía, cantarle a la pasión, testimonia­r la historia. Yo estoy enamorada de lo que hago. Si legó al otro y le pasan cosas en el cuerpo y en el alma, para mí es tarea cumplida”, afirma.

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(LA VOZ) De paso. Luciana durante una de sus últimas visitas a Córdoba.

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