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“De copas y brochas” une vinos y arte.

“De copas y brochas” es una chance para activar el costado creativo, conocer gente y brindar en una mesa de trabajo. Lo mejor: participar solo y conectarte con otras musas inspirador­as. La cita es todos los meses, en lugares itinerante­s de Córdoba.

- Milagros Martínez mmartinez@lavozdelin­terior.com.ar

Reparten camisas rayadas que llevan pinceladas de otros artistas. Cada uno toma la suya y ahora sí se sienten en la piel de alguien que está por comenzar su obra. De un lado, una paleta de colores y una brocha; del otro, el aroma de un buen vino en una copa. Al frente, un bastidor con un lienzo en blanco, que lleva un sello con la propuesta: “De copas y brochas”.

Esta iniciativa busca reavivar ese costado creativo que todos entrenamos desde que llegamos al mundo. En tiempos 100 por ciento digitaliza­dos, es una chance para volver a tomar un lápiz, una tiza, un pincel, y permitirno­s una mancha de pintura en las manos.

“El ciclo nace con dos amigas en Buenos Aires. Ellas veían que había mucho espacio para la música y no tanto para las artes visuales. Entonces, decidieron mezclar un poco artistas plásticos que ellas conocían con el público en general, que por ahí no está tan amigado con el oficio del arte. La mejor excusa era reunirlos en un bar a tomar vino y animarlos para que, de la mano de un artista de la escena local, pudieran crear su propia obra”, explica Hernán Bravo, productor del evento en Córdoba.

Para que la magia suceda hay un ambiente en el que todo está pensado. Paz Bergallo, la artista plástica invitada en la última edición, comparte sus secretos, su musa inspirador­a y las primeras consignas para hacer del lienzo una verdadera obra.

“La pintura transforma espacios, acompaña momentos. Además de liberar, hace de descarga. Cuando uno está con muchas cosas, el cuerpo se libera”, explica y, señalando su cuadro terminado, aclara: “Hay que dejar que la pintura corra y haga lo que quiera”.

Freestyle y relax

Lo primero es componer, como la letra de una canción. Paz sugiere comenzar por una foto.

“Trato de que esa imagen tenga muchas luces y sombras para que sea una linda composició­n. Y luego con una tiza puedo plantear en el lienzo esa imagen que yo quiero transmitir”.

Es momento entonces de volver a esa práctica de la escuela, a las horas felices de plástica. Comienza el dibujo, intentando llevar las formas a la geometría más pura. La buena música y el vino son protagonis­tas. Y en la mesa, una de las asistentes pregunta si hay un orden para comenzar. Otra responde: “No, acá todo es freestyle. ¡Que fluya!”.

Esa libertad y ese modo relax van soltando muchas pinceladas. Constanza Gregorat tiene 19 años y, mientras los pájaros de su obra toman color, cuenta su experienci­a: “Vine sola porque está bueno para conocer gente nueva. Es un momento para hacer más la tuya, meterte en tu mundo, en tu pintura. Conocí a tres personas y ahora nos vamos a tomar algo”.

Ella estudia Bellas Artes y aclara entre risas: “Es súper diferente pintar con una copita de vino porque en la facu no te dan ese espacio. Te relaja más”.

Junto a ese buen aliado, Paz Bergallo invita a hacer foco en obras realistas, en las que el punto, la línea y el color se vuelven mensajes plásticos. Y el toque más poderoso, las manchas, capaces de “desestruct­urar una imagen, hacerla más blanda, más suelta y con más riqueza”.

Conectarte con otros

La movida “De copas y brochas” se repite todos los meses en Buenos Aires, en Córdoba, en Rosario y en Neuquén. Con un artista plástico diferente en cada fecha, las locaciones son itinerante­s. En este caso, el lugar elegido fue Selina, la famosa cadena de hostels que desembarcó recienteme­nte en el corazón de Nueva Córdoba.

Con luces tenues y obras que hablan en sus paredes, el subsuelo del hostel crea una atmósfera capaz de silenciar cualquier bocinazo. En esta ocasión, el evento se superpuso con la presentaci­ón de la banda Telescopio­s y por momentos se diluyó esa mística tan típica de un laboratori­o de arte. Pero nada impidió disfrutar la experienci­a.

“Después de hablar y de presentar al grupo, se genera un silencio de concentrac­ión total. Ese es mi mejor momento, en el que todos están con su copita de vino a medias y con su obra en proceso. El celular no suena. Instagram no existe. Ese momento es el que más me gusta y está buenísimo”, dice Hernán, mientras suena Phoenix con la canción Lisztomani­a. Está probado: el lugar lo hacen la gente y su buena onda.

ATP

No hay restriccio­nes de edad, ni se necesita conocimien­to previo para ser parte. En la última edición, se sumaron alrededor de 25 participan­tes, entre amigos, hermanos, parejas y hasta los que decidieron ponerle un freno a todo para participar solos.

Las historias que conviven en una misma mesa de trabajo son diversas y atraviesan todas las edades. Juli tiene 22 años y, sin que él lo supiera, sorprendió a su novio para festejar un aniversari­o. “Vine engañado. A mí siempre me gustó pintar. Hacía años que no lo hacía, así que fue volver a encontrarm­e con mi infancia”, contó Uriel.

Vestir la camisa de un artista es darte la oportunida­d de conectarte con otras sensacione­s, activar el chip slow y animarte a soltar la rutina por un rato.

“Yo nunca fui muy buena en esto”, dice Natalia, pero está feliz con su resultado.

“No es necesario que te salga perfecto. Sólo tenés que disfrutar el momento”, resume Fiorella para contagiar la buena excusa del espacio.

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(PAULA GAIDO). En clima. Entre una copa de vino y lienzos, el arte va fluyendo en el evento. El único requisito para participar es tener despierta la curiosidad.

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