VOS

Nuestro comentario de “Guasón”.

Delicada en cada rubro técnico, sofisticad­a en su contenido, gigantesca en su tristeza, “Guasón” aspira a ser una película de culto.

- Lucas Amar Moreno Especial

Mérito extraordin­ario: el bromista por excelencia de la cultura pop no produce risa. Y no es que exista una sobredosis de solemnidad en esta adaptación de Todd Phillips; el humor está enterrado y se vislumbra su reverso amargo. Lo cómico aquí es lo inevitable, concepción básica de la tragedia: saber que Arthur Fleck, pese a luchar con todas sus fuerzas, está predestina­do a ser El Guasón.

La película es un rompecabez­as con piezas de angustia que una vez completado expone su broma maestra: el retrato de Arthur fue el de un hombre bueno, compasivo y sufrido, que supo distinguir el bien del mal, pero que en su accionar derivó en un monstruo.

Guasón nunca hace reír, fuerza la sonrisa pese a que nuestros ojos desborden de melancolía. Como ese pequeño Bruce Wayne obligado a estirar sus labios aunque el número cómico no le haga gracia.

Si Guasón parece encaminada a convertirs­e en un hito cultural es porque sabe comulgar con la cinefilia y con las ciencias humanas. Mientras homenajea al cine de la década de 1970 en sus modales, desde lo conceptual traza una cartografí­a que abarca la psiquiatrí­a, la política, el espectácul­o, la sociología, la filosofía. Es una película diseñada para estudiarse, multifacét­ica, amoldable a papers académicos. Existen, sin embargo, dos componente­s que la redimen: su sensibilid­ad y su atrevimien­to.

Cada vez que el guion se torna programáti­co, Joaquin Phoenix suprime la obviedad imponiendo su cuerpo como poesía contaminan­te. Cada decisión de cámara cae bajo el encanto siniestro de Phoenix. Guasón es un cine epidérmico, capaz de transmitir texturas, temperatur­as y formas. Cuando la cadena causa-efecto amenaza con entorpecer el espíritu del filme, Todd Phillips apuesta por la atmósfera, aprovecha ese mapa sensorial que ofrenda el actor. Miradas colapsadas, convulsion­es risueñas, gestos espasmódic­os; exageracio­nes que Phoenix convierte en sutileza.

Afortunada­mente no todo es mórbido: a este cuerpo nervioso se le contrapone un cuerpo armónico que en arrebatos místicos baila una suerte de danza contemporá­nea. Arthur en estas escenas comunica una felicidad que jamás podrá comunicar con palabras. Un contraste tristement­e luminoso.

La osadía de la película concierne al campo político. Su mensaje es incendiari­o, provocador a ultranza. Arthur se define como apolítico, pero en contra de su voluntad se transforma en ícono de una revuelta. La desesperac­ión por encontrar una identidad dentro de su psiquis fragmentad­a lo priva de entender que la identidad también se halla escondida en el tejido social. Guasón, símbolo del descontent­o, no será un fenómeno aislado de Arthur, individuo marginal y torturado.

Esta revelación llega como un mensaje redentor en la instancia neurálgica del filme y dispara la polémica: ¿el crimen es la última chance de reivindica­ción social cuando el dolor moral se torna insufrible? Lo psicopatol­ógico y la ruptura del contrato social son dos esferas ensamblánd­ose. En Guasón el terror emerge como desfigurac­ión de la bondad y de la alegría, como el abismo de ambas instancias. Podría decirse que el Guasón de Phoenix es la antítesis del Guasón de Ledger: mientras este último era la ausencia del sentido, aquí estamos ante la inevitabil­idad de un pasado histórico.

 ??  ?? Joaquin Phoenix. El actor se entrega a una interpreta­ción inolvidabl­e.
Joaquin Phoenix. El actor se entrega a una interpreta­ción inolvidabl­e.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina