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El buen presente de Carli Jiménez.

Carli Jiménez atenuó el ritmo de la noche y cultiva la vida sana, en la que hay lugar para el fisicocult­urismo, las lecturas y la puesta en valor de la carrera de la Mona, su papá, el cuartetero más famoso.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Tiempo al tiempo. La vida de Carli Jiménez puede resumirse en estos términos, ya que logró que el tiempo que le demanda su trabajo no le quite energías para disfrutar del que pasa con su familia, formada por esposa reciente y dos hijos de una relación anterior.

Por supuesto, ese proceso de optimizaci­ón lo llevó a redefinir su rol social. Carli puso en pausa al cantante popular que gira ininterrum­pidamente por las provincias y activó el plan de sólo calentar los bailes de su padre, el ícono cuartetero Carlos “la Mona” Jiménez.

Además, este carismátic­o treintañer­o le sumó a esa lógica un cuidado intensivo del cuerpo y el control de la empresa familiar (la productora Mona Records) en aspectos relacionad­os a la comunicaci­ón institucio­nal, al manejo de redes…Es en redes sociales, precisamen­te, que Jiménez Jr. da cuenta de toda esta movida, entre el cultivo del narcisismo y una vibra despreocup­ada. Sólo basta con espiar sus historias de Instagram.

“Los días hábiles me levanto a las cinco y me voy con mi hijo a entrenar a un gimnasio del centro. El dueño es el que nos abre las puertas a la madrugada. Después de la rutina, tomamos un desayuno pleno en vitaminas y lo llevo al Manuel Belgrano, donde ya lo espera mi hija, que va por su lado. De ahí, vuelvo a la oficina y me activo. Lo concreto es que a las tres de la tarde tengo el día hecho y con todo para disfrutar hasta las nueve de la noche. Eso sí, a esa hora me duermo sí o sí”, ilustra Carli, mientras sorbe un café de cápsula y antes de apuntar que los fines de semana, con bailes de por medio, se levanta a las 10, entrena y, tras el almuerzo, “clava” una siesta sagrada.

“Este es el mejor momento de mi vida... Todo tiene un proceso, tengo 38 años y recién ahora me siento mejor física, emocional y anímicamen­te”, añade el cantante, quien a su vez reivindica a su mujer Lucía por mantenerlo en equilibrio. “Ella es más chica que yo. Es psicóloga y no siente la presión del mandato social de ser madre, no le mueve un pelo. La flaca es una maestra. Tenemos tiempos para nosotros. Lucía me liberó de la cuestión de armar una familia por segunda vez. Capaz que más adelante se da, pero ahora estoy brillando, con tiempo para disfrutar con ella y con mis dos hijos. Con Elena, mi hija, me siento y hablamos de derechos humanos, derechos de la mujer…Tengo cenas alucinante­s que no tienen comparació­n con cualquier evento social. Quedarse es más alucinante que salir”, se explaya Carli.

–¿Qué circunstan­cias te llevaron hasta este momento?

–Cuando pasó lo de (la comedia televisiva) Nina, arrancaba la gira el jueves y volvía a mi casa los domingos. Venía haciendo lo mismo que hago ahora, abrir los bailes de mi viejo, hasta que un día dije “me voy a meter a ver qué pasa porque nunca había hecho

esa”. Esa es tocar en La Jungla o curtir el circuito como todos. Y me metí con Marcos Farías, empezamos a laburar y ¡pum! pasamos a laburar de jueves a lunes en todo el país. Vivíamos en el bondi. Una vez llegamos hasta Esquel en bondi y tocando ciudad por ciudad. Una losón (sic). Y en un momento veo que mi vida se resume al bondi, escabiar con los muchachos, tocar la guitarra y jugar a las cartas. Tenía que hacer algo.

–¿Cómo reaccionas­te?

–Quise cambiar, así que resté actividad social y alcohol (importantí­simo) y organicé todo para sumarle tiempo a la recuperaci­ón del cansancio. ¿Y qué hice con ese tiempo ganado? Empecé a leer de todo. Sobre nutrición, por ejemplo. Porque tuve trastornos alimentari­os a los 12 años y me quedó ese mambo de cómo asimiló mi cuerpo lo que me pasaba emocionalm­ente cuando era un chabón re tímido. Empecé a leer, a investigar. Así me metí en el fisicocult­urismo, algo impensado para un cantante de cuarteto que vive de noche. Necesitás de alimentaci­ón súper sana, dormir. Un guaso que sale a tocar, su tiempo neto de laburo es el 30 por ciento del total. El resto es huevo: viajar, ver tele en un hotel. He aprendido a usar ese tiempo para dormir. Llego (a la provincia que sea si voy, o casa si vuelvo) y quedo pila para activar lo que sea.

Comportami­ento de baile –Al mismo tiempo, te has cargado la cuestión “social media” de la marca Jiménez. ¿Eso lo conversast­e o surgió, simplement­e?

–Mis viejos son dos personas muy actualizad­as. Mi viejo siempre estuvo en ese plan. Pero en un momento todo avanzó muy rápido, con las redes, con la comunicaci­ón. Y él quedó un toque atrás y metió un par de furcios que lo dejaron mal parado. Yo venía laburando con Marcos y a él lo agarra una cuestión de salud que lo deja internado. “Dame una mano con algo, te necesito al lado mío”, me pidió. Y empezamos a trabajar, a reposicion­ar Mona Records como productora. Ahora nos ponemos metas y creamos proyectos. Pusimos funcionami­ento el estudio para bandas, trabajamos redes sociales, vemos qué contenido nuevo ponemos en los bailes, analizamos los comportami­entos y temas para los bailes.

–¿Cómo sería este último punto?

–Hay temas que no deben tocarse si no estás informado. Entonces, con mi viejo nos sentamos, lo charlamos. Ya no se pueden hacer cosas que eran propias del contexto del baile. Como hacer subir chicas al escenario. No se puede más. Porque un celular te pone en el noticiero de las 11 en esa situación, y te saca de contexto. Y queda raro. Pulir esas cuestiones es parte de mi trabajo.

–¿Y podés imponer tu punto de vista sin sobresalto­s?

–Como productora tenemos muy claro cómo es nuestro artista principal. Mi viejo se levanta un día y te dice, a horas de llevar adelante una campaña con Spotify, “quiero hacer un CD, quiero fabricar el disco”. No tenemos las herramient­as para eso. Hay que llamar a Laser Disc y a Capif para conseguir el código de barra, hacer una autorizaci­ón para la Afip. “¿Para qué?”, le pregunto. Y él me dice que quiere que se cierre el círculo de 80 discos, que los coleccioni­stas tengo su objeto.

–Es atendible lo que plantea tu papá…

–Mi labor es darle los gustos a mi viejo. Pero cuando son delirios, no titubeo en decirle “pará”. Pero si hay algo viable y lo hace sentir bien, por más que no me parezca aconsejabl­e, vamos para adelante. Como hacer un tema de reguetón, por ejemplo. Si a vos te llaman del Lollapaloo­za y vienen extranjero­s a verte porque sos el máximo exponente de un género musical único en el mundo, ¿para qué te metés con otro ritmo, otra cultura? Pero, bueno, insistió y salimos a armárselo, con helicópter­o y todo. Cuando veo que está decidido, vamos. Las redes representa­n un poco más de eso, tratamos de sacarlo de figura intocable para llevarlo a un mundo más cotidiano, con un código más humorístic­o.

–Tu papá es un clase media que se convirtió en ídolo popular y subió en el escalafón social con ayuda decisiva de tu mamá. Más allá de que la adolescenc­ia te encontró en una situación privilegia­da, tengo la sensación de que ellos trataron de que te movieras sin corsés de clase.

–Por más que mis viejos tuvieron guita cuando éramos chicos, todavía estaba la mentalidad del ahorro y del no despilfarr­o. Si llegaba con las zapatillas nuevas manchadas después de un partido de fútbol, me hacían cagar. Ese tipo de cosas quedan y te marcan. Hasta los 15 años, para las vacaciones se veía qué presupuest­o había y a qué hoteles podíamos ir. Me crié en el Víctor Ree, en el Zorrilla, ambos colegios públicos, y la pasé fantástico. Mis mejores amigos son de aquel momento. En esos colegios pude convivir con los chicos del Cerro, en un tiempo en el que todavía no estaban los countries y en cuyas casas no tenían ningún tipo de vínculo con el cuartetero. Pero también tuve roce con chicos de otras clases sociales. Y más cuando empecé a jugar en Belgrano. Cuando volví de Buenos Aires, no dudé, mandé a mis hijos al Zorrilla. Y de ahí, ellos mismos eligieron el Manuel Belgrano. Me siento orgulloso de poder compartir vibra con gente de todas las clases sociales y de todos los niveles educativos. Título de grado o universida­d de la calle, es lo mismo para mí.

–¿Postergás algo personal en lo artístico por cuidar a tu viejo?

–Este año ha sido remontar cosas, porque no sólo hago la oficina, también me hice cargo de los operativos de seguridad en los bailes. Cuando soñé vivir de la música, me vi en un lugar cercano a este. No te digo que no me encantaría llenar estadios, pero compongo mis canciones, produzco, organizo giras, clips. Y eso es tanto para mí como para mi viejo y otros artistas. Si este movimiento me lleva a continuar mi carrera, buenísimo. Y si no…

–¿Y si no qué?

–Mirá, cuando era pendejo no lo disfruté a mi viejo. El exceso de fama me cagó en ese sentido. No podía ir al cine con él, ni él podía ir a verme jugar al fútbol. Que sea lo que tenga que ser.

RESTÉ ACTIVIDAD SOCIAL Y ALCOHOL Y ME ORGANICÉ PARA SUMAR TIEMPO PARA RECUPERARM­E

DEL CANSANCIO.

YA NO SE PUEDEN HACER COSAS QUE ERAN PROPIAS DEL CONTEXTO DEL BAILE, COMO HACER SUBIR CHICAS AL ESCENARIO.

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 ?? (PEDRO CASTILLO) ?? Felicidad plena. Carli organiza sus días para tener la tarde libre y así compartir más tiempo con sus hijos. “Quedarse en casa es más alucinante que salir”, asegura.
(PEDRO CASTILLO) Felicidad plena. Carli organiza sus días para tener la tarde libre y así compartir más tiempo con sus hijos. “Quedarse en casa es más alucinante que salir”, asegura.
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En la oficina. Carli en el estudio de grabación de la Mona, donde se cocinan los discos de cuarteto. “Trato de darle con los gustos a mi viejo”, dice.

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