Balance del Festival del Mercosur.
El Festival de Teatro del Mercosur reafirma su rol en el mapa argentino. Contra toda adversidad, sembró de obras la provincia, con la fuerza que nació 30 años atrás.
Un festival más pasa a la historia de los festivales en territorio cordobés. La 12ª edición del Festival Internacional de Teatro del Mercosur se cumplió a pesar de las zozobras económicas y no pocas dificultades que muchas veces hacen peligrar el espacio de prestigio ganado por uno de los tres que sostiene la Agencia Córdoba Cultura. Con el apoyo del Consejo Federal de Inversiones (CFI), el FIT recibió compañías de Argentina y de varios países que trajeron sus obras.
En perspectiva, después del trajín en las salas, el cruce de títulos de diferentes estéticas deja material para asegurar que el teatro producido y creado en Córdoba ratifica su camino de búsqueda ardua y resultados notables.
La realización de los festivales permite la convivencia de obras y grupos, ampliar la mirada y elaborar una crítica, también sustentable, en términos artísticos e ideológicos.
Las expresiones locales mostraron los modos de decir y hacer, ya sea en versiones únicas, como la obra de danza contemporánea
Lago, un tiempo después ,yla reformulación del clásico de Gregorio de Laferrére, Las de Naides; el poema y la belleza de Vals, con Los Delincuentes; el peso de la palabra en Villa, a propósito de la memoria colectiva, y la dinámica del teatro independiente de mejor inspiración en el combo extraño de La familia Finisterre.
Ya nada queda tan lejos. Perdidos en el corazón del país, los cordobeses recibimos el teatro del mundo desde 1984.
Ese patrimonio exige respeto, responsabilidad y mucho trabajo para que las administraciones honren el festival a lo largo del tiempo. Si una vez, parece que fue en el siglo XIX, un funcionario nacional puso en duda la existencia del teatro profesional en las provincias, el FIT responde con la vara alta. Porque, por ejemplo, Chéjov es Chéjov, pero, además, ofrece las sucesivas capas de sentido cuando el santafesino Edgardo Dib crea ¿Por qué demoró tanto?
El teatro se convierte en una imagen inolvidable cuando Guillermo Baldo presenta la tragedia distanciada y cruel en Nunca nadie murió de amor, excepto alguien alguna vez. Es gratificante también que el repertorio de la Comedia Cordobesa alcance altísimo nivel artístico en obras como Trílogo Filloy, El avaro, Verde que te quiero verde y 6 Apartes.
En este festival volvieron a Córdoba Ramiro Méndez Roy, un actor joven, interesantísimo, en medio de una obra sin ideas, compañero de escena de Sandra Criolani, una buena actriz desaprovechada en
Hombres y ratones; volvió Victoria Roland (El mundo es más fuerte que yo) con su grupo y los interrogantes sobre el teatro, fiel a su perfil de actriz en construcción.
Hacer lo que amamos. Así de sencillo lo dijo Mauricio Dayub en la cocina de El equilibrista, una de las obras que puso al Teatro Real de pie.
En la grilla de unipersonales consagrados también se destacaron Luis Machín (El mar de
noche), un mago para generar teatralidad casi inmóvil en escena, y esa maravilla venida de Italia, Gianfranco Berardi, el actor ciego que protagoniza Yo trato de volar, homenaje a Domenico Modugno que habla de la pasión del artista que lucha contra la adversidad. ¿Dónde está la imposibilidad física cuando se ama el escenario y el cuerpo se impulsa con la fuerza de la convicción?
El cordobés Toto López mostró su trabajo sobre Alfredo Zitarrosa, Voz de otros, en sintonía con la línea histórica que el festival expuso en foros y mesas de discusión, recogiendo la herencia que cobra día a día más valor, y a 50 años del Cordobazo.
Córdoba es el Cordobazo del teatro en Argentina.
Ya no se ven comparsas, zancudos y cabezones en las calles pero el teatro sigue en la agenda de cultura, con menos brillo, pero potente en la austeridad.
Los tiempos han cambiado en todos los ámbitos, la democracia se sacude cada cuatro años, algunos subsidios no llegan, algunos funcionarios jamás amarán lo que ocurre en nuestro país: el prodigio del teatro o las hazañas de supervivencia de la mayoría que llega a las salas en busca de esperanza.
El FIT comenzó sumando la fiesta con perfil propio, La Noche de los Teatros.
Hubo menos gente: hacía frío, el transporte es caro, los cupos son limitados y no se aceptan reservas. Por lo que sea, la apertura tuvo la convicción de los independientes que enfrentan a diario la adversidad, la saltan, la rodean, la maquillan. El desafío de la gestión de festivales sigue siendo la generación de públicos. Si bien hubo buen nivel de concurrencia de espectadores espontáneos, la época requiere crear fidelidades recurriendo a las vías de comunicación en redes. Para que aquello que ocurría en las calles en una ciudad que ya no existe, se actualice. Córdoba ha crecido, la nueva escala tiene las desventajas de las metrópolis en las que la contaminación visual y sonora anula los estímulos, por magníficos que sean.
Durante ocho días sonaron las palabras de dramaturgos, las cartas contundentes de Gabriela Mistral (Una Gabriela Mistral entrelíneas, Chile); los recuerdos del niño que espera a su padre
(Chancho, Bolivia). Los cuerpos armaron un manifiesto ecologista en Teia, de la compañía de danza Giro8 de Brasil.
El FIT terminó y la cosecha es positiva. Las obras llegaron a ciudades y pueblos de la provincia, los grupos se van pero quieren volver, el teatro honra, un año más, su hermosa historia de décadas.
EL TEATRO SIGUE EN LA AGENDA DE CULTURA, CON MENOS BRILLO, PERO POTENTE EN LA AUSTERIDAD.
LOS LOCALES MOSTRARON MODOS DE DECIR Y HACER, EN VERSIONES ÚNICAS O A TRAVÉS DE LOS CLÁSICOS.