Una sátira ATP al mundo de la política
Al comienzo, The Politician muestra una referencia directa al universo hipercorrecto de Glee, con toque musical incluido, mundo adolescente, personajes diversos. Con el correr de la historia, deja de ser superficial para convertirse en una sátira inteligente a la política, no sólo de Estados Unidos, sino trasladada al mundo moderno y occidental.
Payton (Ben Platt), el adolescente que desde niño sabe que llegará a Presidente de la Nación, se transforma en un prototipo del político perfecto, construido a base de mucha rosca y marketing, con delirios de grandeza.
Ganar la presidencia de la escuela es el primer paso, el segundo es entrar a Harvard, universidad de la que salieron siete presidentes de aquel país. Todo lo demás no importa: ni los amigos, ni la sociedad, ni la familia.
Lo que parece una comedia liviana presenta un trasfondo muy interesante, que propone a
The Politician como un divertimento familiar que da para discutir más profundo. Lo que se ve en los episodios, se ve en los noticieros y en los diarios, y esa realidad vuelve a esa fantasía más interesante de lo que a primera vista establece.
Hay noticias falsas, alianzas por conveniencia, el uso premeditado de las minorías para ayudar a la campaña, redes sociales al servicio de un fin (siempre más individual que colectivo), promesas imposibles, dinero, celos, mentiras y videos. Y muertes, también, y discursos vacíos o debates insuficientes.
A modo de caricatura mordaz que va de menor a mayor, la serie desde un principio se asimila al universo conocido del productor Ryan Murphy, pero va ganando la profundidad que el tema merece.
Hay un retrato generacional, porque no pierde de vista la adolescencia, pero en la interacción de los personajes se abordan temas más profundos y necesarios. Y que pueden verse y discutirse en familia.