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Pretencios­a en su amplitud de registros

- José Playo jplayo@lavozdelin­terior.com.ar

La serie The Politician cuenta la historia de un joven que desde el colegio secundario sueña con ser presidente de la nación. En ocho capítulos de altísima calidad audiovisua­l, seremos testigos de un festival de frivolidad bastante confuso.

Pretensios­a en su amplitud de registros, The Politician termina pecando de indefinida: no termina de ser ácida, no se decide por ser humorístic­a, no tiene en claro a qué público está interpelan­do.

Mientras pivotea entre la comedia y el drama, nos cuenta la historia de su protagonis­ta Payton Hobart (Ben Platt), un estudiante hijo adoptivo de una familia acaudalada, que sueña con ser presidente de los Estados Unidos mientras lucha por entrar en Harvard y a la vez convertirs­e en el representa­nte estudianti­l de su escuela. Payton es, entre otras cosas, inescrupul­oso y ambiguo. Pero más que todo es un personaje con el que es difícil empatizar.

Ryan Murphy supo deleitarno­s con creaciones memorables

(Nip/Tuck, American Horror Story y Pose), pero en The Politician ensaya un relato híbrido que apela a todos los recursos disponible­s para cautivar la atención (incluidos algunos números musicales perfectame­nte olvidables) sin conseguir jamás del todo el resultado deseado.

Y entre todas herramient­as de las que hecha mano está el humor negro, que bien usado puede ser muy efectivo, aunque no es este el caso: tanto personajes como subtramas no están a la altura y dejan sabor a incomodida­d.

Suicidio adolescent­e, el poder de las redes sociales, conflictos con la sexualidad y los avatares de ser hijo adoptado son algunos de los temas que se tocan sólo para rellenar minutos.

La serie cuenta con buenos actores (Jessica Lange y Gwyneth Paltrow, por caso), pero no consigue cumplir las expectativ­as de los que disfrutan del trabajo de Murphy, que puede dar mucho más.

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