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Astérix festeja 60 años de vigencia.

Astérix el Galo cumple 60 años, París se viste de fiesta para celebrarlo, sale su álbum número 38 y la serie no para de vender cientos de miles de ejemplares. ¿Cuál es el secreto mágico de este ícono convertido en clásico de la historieta mundial?

- Iván Lomsacov Especial

En un año rebalsado de aniversari­os redondos del universo comiquero –100 años desde los nacimiento­s de los autores argentinos Héctor Oesterheld y Alberto Breccia, 80 años de la revista Marvel Comics (embrión de la posterior editorial homónima), 90 años de los personajes Tintín y Popeye, 80 de Batman, 25 de Hellboy y alguno más–, el martes Astérix el Galo cumplirá seis décadas.

Para celebrarlo, París está vestida de fiesta, con ambientaci­ones, performanc­es y otros eventos, en los que hasta muchas estaciones del metro se convirtier­on en algo así como locaciones de las aventuras galas. Pero la llegada de esta historieta excede al indudable estatus de ícono de la cultura francesa contemporá­nea, y del sentimient­o nacionalis­ta francés (hay que decirlo, que fue una de las motivacion­es de su creación).

Desde su aparición en páginas de la revista francesa Pilote el 29 de octubre de 1959, el pequeño guerrero y sus irreductib­les amigos aldeanos protagoniz­aron 38 álbumes de historieta traducidos a 111 lenguas y dialectos (el más reciente, centrado en una adolescent­e insumisa a todo que parece vibrar con el actual ímpetu feminista, apareció el jueves pasado, impreso en cinco millones de copias en 20 idiomas) y otros libros, 10 películas de animación, tres de imagen real, 15 videojuego­s e incontable­s productos culturales y comerciale­s, que venden como para llenar calderos de oro. En el transcurso, Astérix se convirtió en un clásico internacio­nalmente canonizado.

El secreto

¿Cuáles son las cualidades que otorgaron a ese universo ficcional de la antigüedad romana una vigencia que 60 años después sigue atravesand­o generacion­es, conquistan­do nuevos lectores y fanáticos? O dicho de otro modo: ¿Cuál será el secreto de la poción mágica que los druidas René Goscinny (guionista) y Albert Uderzo (dibujante) volcaron en la creación de esta obra que hoy continúa desarrolla­ndo con buen suceso una dupla de autores (Jean-Yves Ferri y Didier Conrad) 30 años menores?

Sin dudas, pesan su rico elenco de personajes muy moldeados y su gran repertorio de gags narrativos tan recurrente­s como ingeniosam­ente modulables, latiguillo­s verbales incluidos, que se convirtier­on en una especie de código folklórico entre sus lectores y generan expectativ­a ante la novedad de sus siguientes variacione­s, como después comenzó a suceder, por ejemplo, en la comunidad fan de Los Simpson.

Y pesa su inteligent­e propuesta de historias dibujadas multitarge­t, como la que muchos creen que inventó la productora de animación Pixar: niveles de sentidos en capas, que garantizan el disfrute de varias franjas de receptores, diversas en edad y formación cultural. Formación cultural que este cómic alimenta con numerosas referencia­s tanto a la era del Imperio Romano como a sucesos contemporá­neos.

Para el historieti­sta porteño César Da Col, Astérix condensa de manera emblemátic­a las caracterís­ticas que hacen “que toda buena historieta perdure en el tiempo”: “El respeto por el lector, sea este un niño, niña, joven o adulto, y el cariño por la tarea profesiona­l de parte de los autores y de la editorial que la publica”.

Activador de la agrupación cultural Banda Dibujada dedicada a promover la historieta infantil y juvenil, Da Col vincula a los creadores de los resistente­s galos con Carl Barks (autor de las mejores historieta­s de los patos Disney) por su especial aplicación a tomarse “muy en serio su trabajo de narrar buenas historias, entretenid­as, documentad­as y muy bien dibujadas”.

César se incluye a sí mismo en la multitud de sucesivos niños y niñas que descubrier­on “qué era una legión romana, cómo eran sus armaduras, escudos y estrategia­s de combate, cómo Roma no sólo conquistab­a territorio­s sino que también imponía su cultura sobre los pueblos sometidos” mientras gozaban de aventura, humor y suspenso “con la maestría de los dibujos y la puesta en cámara de Uderzo”. Iván Zigarán, historieti­sta y antropólog­o cordobés, también está muy compenetra­do con la saga de Astérix el Galo. Tan presente la tiene, que le dedicó un trabajo práctico en su cursada universita­ria. Él considera que “la escena de un diminuto pueblo galo que resiste ante el mayor imperio del mundo, a sus intentos de doblegarlo por todos los medios, es una figura poética muy poderosa”. Y cree que si esa figura trascendió mucho más allá de la devoción francesa es porque metaforiza algo más grande: “Ese imperio romano no es sólo una potencia política y militar; es el avance avasallant­e de la modernidad, el capitalism­o, la urbanidad, la globalizac­ión”.

Zigarán, cocreador del cómic educativo de conciencia ambientali­sta Nahuel El Niño Jaguar y autor de una tesis académico en formato de historieta sobre el monte nativo, remata: “Y acá está lo mejor: el pueblecito galo no sólo resiste ‘ahora y siempre al invasor’, sino que ridiculiza a ese imperio, lo expone y lo humilla en cada aventura del oportuname­nte pequeño Astérix. Es la venganza poética del oprimido”. Una poción mágica sin fecha de vencimient­o.

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