Pop en versión autoayuda naíf
El nuevo tema y video de Ricky Martin hacen agua a varios niveles. En el plano musical, la balada de guitarra arpegiada sobre un colchón de cuerdas jamás termina de arrancar del todo. Falta punch, un gancho, más allá de lo amigable que resulte la melodía.
En el fondo, es un estándar al que, si se le agrega percusión, funcionaría mejor como un reguetón, bachata o cuarteto (atención, bandas cordobesas). Es probable que Martin ya tenga alguna de esas versiones alternaotro tivas listas para sacar en breve.
Se podría suponer que esta apuesta por la calma fue para darle protagonismo a la letra... que aporta poco. Es una seguidilla de consejitos pop en tono de best seller de autoayuda (Vamos a derribar los muros con un mismo latido/ Vámonos al cine/ Leamos un libro/ Vamos a cambiar de casa/ Vamos un mes de viaje).
Inocente e infantil, el video también tiene un correlato naíf. Los miembros de las fuerzas de seguridad se quitan el casco y deponen su accionar sólo por la presencia de una manifestante con un pañuelo verde en el cuello.
Ahora que el propio Ricky Martin tomó la calle y le puso el cuerpo a las manifestaciones en Puerto Rico, debería saber que ese desenlace parece un (flojo) final romántico de Hollywood.
Hay, sin embargo, otros detalles más serios que lo dejan a mitad de camino, como un artista que patea el tablero a medias, haciendo concesiones políticamente correctas: la única pareja que se besa en la boca en el video es la heterosexual. Las parejas de chicas y varones están en una postura publicitaria, lo suficientemente ambigua como para no “asustar” al gran público.
Luego, sí, todos los integrantes de la manifestación (que parecen salidos de las publicidades “multiétnicas pero ante todo
cool” de Benetton) festejan el triunfo de la paz conseguida con sonrisitas. Un reclamo perfecto para ver el mundo a través de los filtros de Instagram. Suficiente para mí.
RICKY MARTIN QUEDA COMO UN ARTISTA QUE HACE CONCESIONES POLÍTICAMENTE CORRECTAS.