El Estudio Ghibli llegó a Netflix.
Las producciones de animé de Hayao Miyazaki tomaron relevancia de este lado del globo desde “El viaje de Chihiro”, y ahora llegan a Netflix. Qué las distingue y en qué aventajaron a las tradicionales películas de Disney.
Fue un lunes de enero pasado cuando se difundió la noticia de que Netflix finalmente incorporaría las películas de Studio Ghibli a su catálogo. La semana empezó bien para muchos fans: que las producciones del gigante de la animación japonesa estuvieran disponibles en la plataforma era tanto un sueño anhelado como el siguiente paso natural en el camino del animé de Netflix.
Y además, una estrategia inteligente a la vista de plataformas como Disney+, prontas a salir a competir en el mundo del streaming. Porque el estudio de Hayao Miyazaki ya no puede ser considerado sólo la gran productora de películas animadas del lado oriental, sino una gran productora a nivel mundial. Y sin menospreciar la querida colección de Disney, hay algunas cuestiones en las que el estudio nipón le ganó de mano, aunque debido a una tradicional hegemonía occidental es ahora cuando esto se puede ver claramente.
Pioneras
Uno de esos puntos fuertes del estudio, y probablemente uno de los más llamativos a la época, es el protagonismo de mujeres fuertes y líderes. Entre ellas, San, la famosa Princesa Mononoke o su enemiga, Lady Eboshi. También la pequeña Chihiro, las hermanas Satsuki y Mei de Mi vecino Totoro, o Nausicaä, y así podemos seguir entre las protagonistas de Ghibli.
también podemos citar mujeres empoderadas entre la colección de princesas de Disney: la valiente Bella, la independiente Pocahontas, Mulán o las nuevas generaciones: Elsa y Mérida. Es justamente en éstas dos donde está la clave: ambas se hicieron famosas por tener historias que no giran en torno a la relación con un hombre.
La cuestión es que las de Disney llegaron planteadas como revolucionarias en un camino que las anteriormente nombradas japonesas ya estaban trazando. De todas, San y Chihiro protagonizan bellas historias de amor de pareja también, pero que quedan en un tercer plano frente a cuestiones más urgentes que las llevan a estar en pantalla.
Además, esas dos historias de amor tienen finales no esperados o no tradicionales. No son el fin último. Son sólo algo más que sucede, mágico de seguro pero en mundos que ya están llenos de maravillas. Esa idea de naranjas que no están a medias, que no necesitan completarse, esa idea de que la pareja no es el centro de la sociedad, es un camino que también trazan Elsa, Mérida, y la princesa Ana de Frozen, quien amargamente descubre las consecuencias de seguir esas antiguas ideas del amor romántico.
Pero, las chicas Ghibli empezaron a hacerlo desde los ’80 y ’90, mientras que las protagonistas de Frozen, Valiente y Moana llegaron 20 años después.
Un bosque de tradiciones Otro asunto clave con el que Ghibli se adelantó a la época fue el protagonismo que dio al ambiente y a su protección. Esta es la historia principal de La princesa Mononoke, en la que el enfrentamiento entre un bosque y sus habitantes contra los avances humanos es el núcleo de la historia.
Pero también esta relación entre humanos y naturaleza se refleja de otras formas menos bélicas, como el protagonismo del bosque y sus criaturas fantásticas en el paisaje bucólico de Mi vecino Totoro ,en la representación de los altares a dioses entre los árboles.
Por otra parte, Nausicaä en el Valle del Viento es una exploración de un futuro en el que se rompió irremediablemente ese equilibrio. En la última Frozen, así como en Moana, este es un tema que se trata moderadamente. El ambiente no es ni ha sido un protagonista más de las películas de Disney, y si es hoy uno de los asuntos urgentes en nuestra realidad, que toma cada vez más fuerza.
Junto con esta valoración del ambiente y la importancia de vivir en armonía con él, lo que habilita la magia, y la exaltación de sus paiSeguramente
sajes viene de la mano también la apertura a mitos japoneses y sus criaturas. De hecho, El viaje de
Chihiro es casi un catálogo de antiguas leyendas reversionadas.
De otro mundo
Ese uso de la mitología japonesa es quizás la ventana más atractiva que abre Ghibli a la inmersión en la cultura nipona, que se completa al ver ricas representaciones de la comida, de las casas, de las familias, las escuelas, los pueblos. Más aún, si se disfrutan las películas en su idioma original, con ayuda de los subtítulos. Además, las bandas sonoras son otro mundo a descubrir, desde los corales de Mononoke hasta los fragmentos de música más tradicional japonesa de Totoro.
Si bien las películas de Disney suelen basarse en cuentos tradicionales europeos, rara vez reflejan un lugar y una época en particular. Lo que es natural para una firma originada en Estados Unidos, que aunque tenga hoy sus tradiciones, tiene 10 veces el tamaño de Japón y mucha menos antigüedad en ellas. Ghibli nos traslada al medioevo japonés tanto como al presente o al futuro.
Otro punto fuerte de Ghibli es un estilo personalísimo de dibujos, que dentro del universo del animé debe ser la forma más amigable de acercarse a él. Y eso es algo que ha mantenido, mientras que el poder de la animación digital arrasó para siempre en Disney con nuestras películas ilustradas de la infancia, aunque brinde otro mundo más atractivo y brillante.
Además, el animé puede ser hecho tanto para niños como para adultos, un público que Ghibli explora con amplitud. Tanto refleja grandes guerras, como salta de la historia real a la fantasía, tanto refleja amor como sueños, juegos y temores infantiles. Junto con eso, maneja otro estilo de narración, con un mayor juego entre pausas y acción que invitan a sumergirse en la historia con otra atención.
En suma, las películas de Estudio Ghibli presentan una mayor amplitud de temas, muchos que nos sirven para repensar el hoy. Todo esto sin perder la firme creencia en la magia. La magia de los mitos, de sus dibujos, la magia de Hayao Miyazaki y sus mundos.