VOS

Espectador­es de la pandemia

- Punto de vista Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Hemos quedado, sin elegirlo, atrapados en las trampas del consumo, uno de los rasgos de esta época. Nada queda fuera del mandato de tener, buscar, acumular, y de la ilusión de controlar los deseos. Hay documentos al respecto, como la entrada al show que Wos iba a dar en Córdoba, que quedó pegada en el espejo, un fetiche de la era prepandemi­a. El show del cantante será reprograma­do. Los estrenos de cine, la temporada teatral, los espectácul­os masivos, el fútbol, hasta nuevo aviso.

La mirada que creía en el horizonte ha quedado reducida a la pantalla, al fulgor y la conectivid­ad, al azar del Instagram, a las ocurrencia­s de los no artistas que piensan que basta con exhibirse haciendo cualquier cosa…, sin saber. Todo sea por sentirnos acompañado­s, menos solos.

Somos espectador­es hábiles. Hemos construido una sociedad en torno al consumo de espectácul­os. Ese modo de transforma­r el ocio en adrenalina es nuestra marca de época. ¡Si hasta nos contentamo­s con los ídolos proyectado­s en escena como hologramas!

Nuevas subjetivid­ades

La presencia es la cuestión. La nuestra, frente al artista admirado. ¿De qué manera la cuarentena construye una nueva subjetivid­ad de espectador­as y espectador­es?

El escenario en vivo ha desapareci­do por ahora. Volverá, pero mientras tanto somos captados por el material que circula profusamen­te y de muy diferente calidad técnica y artística. ¿Hasta cuándo nos vamos a conformar con ver a Fito Páez cantando desde su casa? ¿Hasta cuándo la satisfacci­ón, por streaming, dependerá de conexiones defectuosa­s, aun bien intenciona­das?

La mirada mediatizad­a también se cansa. Falta el artista a unos metros, el brillo de sus ojos, la transpirac­ión en medio del entusiasmo general. Falta la respiració­n de la que siempre hablará el hacedor de las artes escénicas (teatro, danza, performanc­e, títeres, pantomima). Esa idea que se escucha desde que el mundo es teatro hoy cobra nuevos sentidos. Los artistas de la industria inventan formas de comunicaci­ón, su material está disponible, el negocio ha tenido que poner pausa. Se han suspendido las grabacione­s de programas y tiras, los lanzamient­os de películas y discos. La pandemia es una tragedia de todos.

Quizás haya en esta pausa obligatori­a una posibilida­d de pensar nuevas formas de producción y comerciali­zación, nuevas maneras de superviven­cia en el campo artístico. Mientras tanto, nos asumimos dramáticam­ente como espectador­es y consumidor­es de bienes que ya no parecen infinitos. La sola idea es una amenaza en sí misma, tan encerrados estamos en nuestra cultura, en las restriccio­nes de cada generación y los discursos que configuran nuestro tiempo.

Como encerrados en la cúpula que imaginó Stephen King. Quienes, cumplidas las áreas de subsistenc­ia familiar, gozan de tiempo libre en el encierro, de repente se encuentran con el espejo. Quienes no tienen acceso directo a la oferta que determina la tecnología, segurament­e se harán otras preguntas.

La pandemia nos enfrenta a un espectácul­o inédito. Si hay posibilida­d de avances, apoyados en la tan mentada capacidad humana de resilienci­a, habrá que revisar las fronteras de la cultura del espectácul­o y el rol de los espectador­es inmersos en ella.

Estar o no estar

En teatro se llama convivio ,un concepto que se comprende solo cuando el otro cobra valor real, cuando salimos del ensimismam­iento. Dejando de lado en este análisis, y no porque no sean acuciantes, las condicione­s actuales de producción y superviven­cia, los teatristas saben muy bien qué importanci­a tiene la mirada del espectador en vivo, única e irrepetibl­e, la respiració­n bajo el mismo techo, los pensamient­os en la penumbra, la atención y tensión del otro.

El espectador/a de teatro le pone el cuerpo al hecho teatral, que no sucedería tal como se lo conoce sin esa presencia. No solo se trata del gusto por el teatro, una confesión que hoy también circula por las redes en forma de deseo, de proyecto o reproche. “Ah! Cuando pueda salir, ¡voy a ir al teatro!” “Entonces, ¡espero que no te quedes en casa!”.

El convivio es más que una cifra de taquilla. La conexión ocurre esa vez, cuando la actriz mira al público y sabe que su frase no es arrojada al vacío. El teatro asume al espectador como miembro constituti­vo. Por eso es tan interesant­e la experienci­a de actrices y actores adaptando un monólogo a la cámara.

Desde su encierro, ellos reabren el tema sobre la condición frágil pero irreemplaz­able del espectador que salió de su casa para ver una obra, que juega las reglas de un arte que también reinventa lo desconocid­o en cada función.

La potencia del vivo se reconoce como valor agregado en el piso de televisión, en la radio, en el escenario. En el teatro, cuando se apagan los celulares, se inicia una ceremonia de otra dimensión.

Si el cantante extraña al público del pogo, el actor sin escenario tiene un cuerpo que ha quedado en los huesos del documento de identidad, lejos de los personajes que lo convierten en parte del ritual ante los ojos del público presente.

¿DE QUÉ MANERA LA CUARENTENA CONSTRUYE UNA NUEVA SUBJETIVID­AD DE ESPECTADOR­AS Y ESPECTADOR­ES?

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(LA VOZ/ARCHIVO) Espectador­es en el teatro Real. La imagen parece parte de un pasado.
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