Retrato lineal y manipulador
De cerca todos somos monstruos. O al menos nadie es normal. Cualquiera de las vertientes de esta misma idea se encuentra en distintos autores cuando hablan de obras que miran con lupa el microcosmo de una persona hasta encontrar esa particularidad que los vuelve –nos vuelve– un poco monstruos ante la mirada de los otros.
Es lo que logra con gran éxito la miniserie documental sobre este submundo estadounidense de los fanáticos de los animales salvajes en un país que tiene más tigres en cautiverio que los que existen en libertad en el mundo.
Como muchos de ustedes, seguramente, no pude evitar observar cada uno de los capítulos con fascinación y morbo por esa “bestialidad” de los personajes.
Pero fui descubriendo cierto malestar entre episodio y episodio y ahora puedo verbalizarlo: está todo dispuesto en el relato para que construyamos esa mirada.
Creo que se hace muy evidente cuando pensamos en las apariciones del realizador, que sólo lo hace para subrayar su extrañeza o cierta burla sobre los involucrados.
Digo esto sin intentar defender el maltrato a estas especies en riesgo de extinción, sino con la idea de que podría haber sido mejor un diálogo más profundo sobre cada uno de los protagonistas, mostrándolos en su complejidad, y no tan solo con esa mirada lineal que refuerza su monstruosidad.
Preguntas
Quedan muchas preguntas sin responder en torno a un intento de asesinato o de un crimen de un multimillonario, y está bien. ¿Por qué debiera responderse todo?
Sin embargo, sí podemos esperar que haya más preguntas, que la serie nos invite a pensar en cómo esas personas que están a nuestro lado pueden llegar a estos arreglos con su entorno.