Arde Barcelona
El periodista mendocino Leo Gerzon cuenta en primera persona cómo vive el proceso de confinamiento en uno de los principales centros turísticos del mundo.
En su departamento ubicado en el Ensanche, uno de los barrios de la ciudad de Barcelona, Leo Gerzon transcurre sus días de aislamiento como cada español que debió recluirse en su hogar ante la pandemia del coronavirus. Tras 50 días de cuarenta obligatoria, actualmente rige en España un proceso de desescalada dividido en cuatro fases, tendiente a restablecer la actividad en forma gradual.
“Vivo a muy pocas cuadras de la basílica Sagrada Familia, una de las zonas con mayor circulación de turistas que, de un día para el otro, quedó sin peatones locales ni extranjeros”, cuenta el periodista especializado en viajes. “Ver a esta ciudad desolada crea una postal diferente, pero al mismo tiempo me sorprendió descubrir los cambios en el paisaje, en el aire. Me pasó, después de un día de lluvia, que entraba por la ventana un profundo olor a naturaleza, a verde, algo muy raro en grandes sitios urbanos. Con el confinamiento, la contaminación disminuyó casi un 75 por ciento”, cuenta.
El coronavirus transformó al mundo. Por donde antes transitaban millones de personas diariamente, en pocas semanas todo se convirtió en calles fantasmas. Puertas adentro, la vida quedó encerrada en un centro de reclusión. Pocos salen, casi todos se guardan para salvarse. En cualquier ciudad del planeta la situación es más o menos la misma.
En Barcelona, cabecera de Cataluña, la segunda comunidad española que registra más casos de contagio con Covid-19, las cosas también cambiaron.
En primera persona -¿Cómo fueron tus días en plena cuarentena?
-Siempre me levanto temprano, y durante la cuarentena obligatoria armé un calendario de rutina siguiendo los consejos que leí de unos astronautas de la Nasa, para saber cómo pasarla mejor en situación de encierro. Entre los tips que recomiendan, uno es la gestión del tiempo, respetar los horarios de las actividades.
El departamento tiene un ventanal grande en el comedor que da a la calle, y desde allí puedo ver las diferentes actividades que realizan los vecinos de los edificios de enfrente en sus balcones, casi como un ritual diario. Está quien sale a fumar, quien se sienta a ver su celular, quien trabaja en su computadora, o quien sale a regar sus plantas. Suelo ver a una familia con una hija pequeña que a veces sale disfrazada de hada, y con un cartel con los colores del arco iris que dice “tot anirà bé”, todo irá bien en idioma catalán.
Si bien ahora estamos en una etapa de desescalada, mi rutina casi no ha cambiado. Realizo sesiones on line de Mindfulness, otras veces de yoga, trabajo en la corrección de un libro. Durante el confinamiento subía todos los días a la terraza para tomar un poco de sol y hacer actividad física. Como el edificio es bien alto, desde la terraza tengo una vista casi completa de la ciudad, y con cielo limpio puedo ver la Sagrada Familia, la torre Agbar, el mar, el hotel W en forma de vela de barco, el cerro y el castillo de Montjuic y la sierra del Collserola donde está el cerro Tibidabo con su iglesia y parque en la
EL TURISMO ES UNA DE LAS ACTIVIDADES MÁS PERJUDICADAS POR EL IMPACTO EN LA ECONOMÍA Y POR CUESTIONES SANITARIAS.
cima. En otras terrazas vecinas también veía gente haciendo lo mismo.
En muchas ciudades del mundo, las terrazas y los balcones son los espacios destinados para airearse mientras se espera, desde el encierro, caminar nuevamente por las calles cotidianas.
-¿Qué sentiste cuando se conocieron los primeros casos de coronavirus?
-Al principio aquí se manejó la situación con cierto escepticismo, subestimando lo que estaba pasando en otros lados. Lo raro fue que en España no se tomaron las medidas necesarias con tiempo, a pesar de tener muy cerca la realidad que se vivía en Italia. Las autoridades pensaron que el virus no iba a afectar al país. De pronto, el número de casos empezó a crecer abruptamente. Fue entonces cuando decidí aislarme por mi cuenta el viernes 13 de marzo, y al día siguiente el presidente español decretó la cuarentena obligatoria.
Las calles se vieron de golpe sin
gente y aquellos que salían lo hacían con barbijos. Los primeros días de la cuarentena la situación en los supermercados fue algo caótica, ibas temprano a comprar y en las góndolas ya no había casi nada de mercaderías.
El segundo día de confinamiento se hizo una convocatoria a través de las redes sociales para que todos los ciudadanos saliéramos a los balcones a las 20 para aplaudir al personal sanitario, algo que se repite desde entonces. Algunos salen a su balcón a cantar, otros a bailar. Es el momento emotivo del día.
El día después -¿Cómo viste la ciudad el primer día que saliste en esta etapa de desescalada?
-Fue muy lindo, y me di cuenta que hasta ese momento no era consciente de la necesidad de salir, volver a ver gente, caminar por las calles de Barcelona que son preciosas, una sensación de libertad muy grata. Y aunque nada vaya a ser como antes, te da la esperanza que poco a poco todo vuelve a la normalidad. Los ciudadanos locales ahora son los primeros turistas que vuelven a sacarse fotos en la Sagrada Familia, a caminar por La Barceloneta.
En esta fase 0 de la desescalada se puede hacer deportes en forma individual al aire libre, de 6 a 9 o de 20 a 23, manteniendo el distanciamiento de más de un metro. Esto hizo cambiar mucho la ciudad, y si bien aún no permiten el ingreso a la playa, se puede recorrer la costanera con los hermosos atardeceres de la primavera mirando el Mediterráneo.