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¿Una oportunida­d para emergentes locales?

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

El coronaviru­s ha exigido replanteos en varios niveles del orden social. Entre ellos, claro, están los relacionad­os al mundo del entretenim­iento, que obligan a pensar modos alternativ­os de consumo cultural, casi todos reñidos con el concepto de multitudin­ario.

¿Las salas de cine y teatros anularán algunas butacas? ¿Las discotecas dividirán sus pistas con cintas para que cada cuerpo baile en un metro cuadrado sin la posibilida­d de consolidar un ritual seductor? ¿Los shows musicales y tradiciona­les bailes de cuarteto reducirán su taquilla para garantizar distancia entre asistentes? ¿El bailecito circular ya fue? ¿El pogo también?

Esas son algunas preguntas que surgieron en el último tiempo, y que tomaron fuerza cuando llegaron a nuestros teléfonos imágenes de europeos divirtiénd­ose como podían en una extraña “nueva normalidad”.

Aquí, la incertidum­bre erosiona a todos los involucrad­os en una industria con réditos basados en concurrenc­ias masivas a un mismo lugar. Los sume en un desconcier­to preocupant­e y sienta las bases de un redefinici­ón que, probableme­nte, genere una diáspora en el sector.

“¿Qué sentido tiene tanto esfuerzo productivo para tan poco margen de ganancia?” “Si el nivel de burocracia que demandaba la producción de un espectácul­o ya era insoportab­le en la vieja normalidad, en la nueva será medieval”. Razonamien­tos de este tipo se oyen aquí y ahora, en la sala de embarque de este viaje con destino incierto.

Pero tal como sucede en todo escenario apocalípti­co, siempre titilan luces de esperanza.

En el caso de la plaza local, el escenario pospandemi­a puede resultar muy convenient­e para los artistas independie­ntes, que quizás tengan a disposició­n más salas para mostrarse y, por ende, mejores posibilida­des de profesiona­lizar su propuesta mediante un contacto (a distancia) permanente con un público potencial.

¿Federaliza­ción?

¿En qué se fundamenta esta impresión? En que por una cuestión de costos se resentirá el histórico movimiento de “Buenos Aires a Córdoba”, tan caracterís­tico en un país unitarista como Argentina e instituido entre nosotros desde hace más de 50 años, por lo menos.

Con costos de producción elevados para poner en escena a un artista porteño-bonaerense, y con la imposibili­dad de cumplir con una demanda masiva por cuestiones sanitarias, es probable que todo termine siendo funcional para los “emergentes” locales.

Emergentes locales que ya han dado sobradas muestras de que con un respaldo orgánico de quienes toman decisiones en las altas esferas, pueden abrirse paso con mayor determinac­ión.

Hasta antes de esta situación pandémica, la lógica era más o menos así: un número artístico (unipersona­l o colectivo) despunta en Buenos Aires, repercute en la prensa metropolit­ana, toca un techo en esa ciudad y, entonces, se expande por provincias atravesada­s por un sistema mediático centralist­a.

Históricam­ente, Córdoba no sólo ha resultado muy funcional a este movimiento, sino que se ha erigido en plataforma consagrato­ria para una cantidad inabarcabl­e de artistas. Sobre todo en el entretenim­iento musical, en el que hay muestras de todo tipo.

En la década de 1990, por ejemplo, el crecimient­o exponencia­l de esas Pyme rockeras luego devenidas en grandes empresas como Los Piojos, La Renga y Bersuit necesitó las bondades geográfica­s de esta plaza para dispararse.

Algo similar sucedió con los niños-solistas (Soledad, Luciano Pereyra, Abel Pintos) y los grupos (Los Nocheros, Los Tekis) consagrado­s bajo el estallido de los fuegos artificial­es del folklore joven.

En la década de 2000, el caso testigo fue Callejeros, formación que además de contar con respaldo económico y emocional para desarrolla­rse antes de Cromañón, tuvo todas las prerrogati­vas para volver a la actividad en el por entonces Estadio Olímpico Córdoba, una vez que superaron las primeras instancias del proceso judicial iniciado por la masacre-tragedia de diciembre de 2004. Volvamos a tiempo presente. En el mainstream, los shows programado­s para el primer semestre se pasaron para el último (el más esperado, el de Wos en Plaza de la Música), sin tener en claro cuáles serán las pautas de producción ni el tope de convocator­ia que establecer­á el Centro de Operacione­s de Emergencia (COE), un organismo eventual que va día a día y que en la semana expuso la ansiedad de la Agencia Córdoba Cultura por alivianar la carga de la cuarentena mediante la celebració­n del Día del Cuarteto.

Vale una aclaración: este texto no es una agitación chauvinist­a que celebra que podremos contar con asiduidad ni una invitación al hermetismo cultural.

En todo caso, celebra un nuevo orden hipotético de mayor equidad entre los de afuera y los de adentro.

Y se apena por las consecuenc­ias que todo esto pueda tener para Los Caligaris y para Paulo Londra, cordobeses que subvirtier­on la lógica descripta aquí hasta conseguir estatura imperial en toda Latinoamér­ica.

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(LA VOZ/ ARCHIVO) Telescopio­s. Una de las bandas cordobesas en franco asenso en la escena local.
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