Unformato que sigue funcionando
La tercera temporada de The Sinner ratifica todo lo bueno que ya se sabía de ella. En el interminable ecosistema de las series policiales, no es usual encontrar el foco en la humanización de los criminales, desenredando el ovillo que lleva a la gente a cometer atrocidades.
No son monstruos: puede ser un profesor de secundaria, flamante padre de familia, criado bajo la masculinidad heteronormativa en una universidad, pero que tiene un pasado detrás. Ahí el primer acierto: llevar la serie al terreno de una ¿tensión homoerótica, oscuro secreto del pasado? entre dos viejos amigos.
Matt Bomer (al margen de todo ¿no es exactamente igual a Chris Cornell?) se banca el protagónico con todas las de la ley, transformando a este profe deseado por todas en un tipo perturbado y fuera de eje.
Pero más brilla –aún con un rol secundario–, su amigo, interpretado por Chris Messina. Misterioso y magnético, irradia una energía siniestra con sus modos introspectivos y salvajes.
El resto de los halagos se los lleva todos y con justicia el detective Harry Ambrose (Bill Pullman), nuevamente configurando a un detective “antihéroe” impecable.
La tercera temporada de The
Sinner es intensa y entretenida, aun cuando logra colar citas a Friedrich Nietzsche o a Carl Jung, lo que consigue sin ser pretenciosa. Las comparaciones con las temporadas anteriores son inevitables, pero, más allá de ese veredicto, esta tercera temporada cumple y se defiende muy bien por sí sola.