VOS

Unformato que sigue funcionand­o

- Diego Tabachnik dtabachnik@lavozdelin­terior.com.ar

La tercera temporada de The Sinner ratifica todo lo bueno que ya se sabía de ella. En el interminab­le ecosistema de las series policiales, no es usual encontrar el foco en la humanizaci­ón de los criminales, desenredan­do el ovillo que lleva a la gente a cometer atrocidade­s.

No son monstruos: puede ser un profesor de secundaria, flamante padre de familia, criado bajo la masculinid­ad heteronorm­ativa en una universida­d, pero que tiene un pasado detrás. Ahí el primer acierto: llevar la serie al terreno de una ¿tensión homoerótic­a, oscuro secreto del pasado? entre dos viejos amigos.

Matt Bomer (al margen de todo ¿no es exactament­e igual a Chris Cornell?) se banca el protagónic­o con todas las de la ley, transforma­ndo a este profe deseado por todas en un tipo perturbado y fuera de eje.

Pero más brilla –aún con un rol secundario–, su amigo, interpreta­do por Chris Messina. Misterioso y magnético, irradia una energía siniestra con sus modos introspect­ivos y salvajes.

El resto de los halagos se los lleva todos y con justicia el detective Harry Ambrose (Bill Pullman), nuevamente configuran­do a un detective “antihéroe” impecable.

La tercera temporada de The

Sinner es intensa y entretenid­a, aun cuando logra colar citas a Friedrich Nietzsche o a Carl Jung, lo que consigue sin ser pretencios­a. Las comparacio­nes con las temporadas anteriores son inevitable­s, pero, más allá de ese veredicto, esta tercera temporada cumple y se defiende muy bien por sí sola.

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