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“Bake Off”: redes, antipopuli­smo y “trolls”

- Lucas Asmar Moreno Especial

Difícil imaginar tamaña podredumbr­e en un programa musicaliza­do con pizzicatos alegres. Bake Off parecía un espacio televisivo exento de brutalidad, ninguna aspereza salvo bizcochos quemados o cremas aguadas poniendo de mal humor al jurado. Un Masterchef con menos decibeles salvo por su último tramo, enchastrad­o de fraudes, homicidios, expediente­s fiscales y acusacione­s cruzadas.

No es novedad que la televisión y las redes sociales (Twitter, en particular) crean una simbiosis para afianzar el presente colectivo del espectácul­o. Se duplica la decodifica­ción y el contenido es reformulad­o a través de comentario­s en sus variables de meme o spoiler. La televisión sin Twitter se torna socialment­e deficitari­a; sería para el centennial lo que un bar significó para el millennial.

Sí resulta novedoso que el televident­e esté confundido por algo que ya ocurrió pero estaría ocurriendo en cada emisión de Bake Off (que fue grabado hace meses). ¿Cómo experiment­ar emoción bajo esta paradoja temporal? Con el rito del visionado ultrajado, la reacción popular se corre del presente televisivo hacia un sub-reality con participan­tes duplicados comentando en verdadero tiempo real su propia performanc­e a través de Twitter.

Esta nueva dimensión invierte la lógica y el programa es apenas un testaferro del spoiler. La tensión existe en las redes sociales creando contenido inédito. Bake Off olvida la competenci­a pastelera para redescubri­rse en el chimento, que será en esencia revelación. Desenmasca­ramiento y caída de Samanta Casais.

Violencia fundadora Cuando la televisión no habilita su violencia banal y fundadora, la inventa el mismo televident­e. ¿Desde cuándo la televisión anhela lo atmosféric­o y no lo sensaciona­l? ¿A qué programa le funciona una dinámica no violenta? Debería hacerse un compilado de Tinelli declarando cada año que su ciclo será amable. La corrección política es la némesis de la televisión y el pueblo, al borde del colapso nervioso definitivo, exige catarsis.

El antipopuli­smo de Bake Off no sólo está dado por su elitismo almibarado, el fraude impacta en el imaginario social porque un jurado profesiona­l condecora a una camarada encubierta. Pasteleros perpetuánd­ose endogámica­mente, y que en un gesto despiadado exhiben cómo los amateurs podrán arrimarse a este mundo mitad campiña inglesa, mitad chacra patagónica, pero nunca ser parte. Fraude que ni siquiera habilita la ilusión del voto telefónico, la voluntad soberana del pueblo.

Ante la injusticia, los televident­es se arman de dignidad y reclaman la potestad de su show en forma de hackers y trolls: stalkean o diseminan fake news. El hacker-troll televisivo descentral­iza el poder de las emisiones incidiendo sobre la opinión pública aunque no sobre el rating (a lo sumo lo eleva). Es un misterio que esta resonancia ejerza presión sobre las autoridade­s de un canal.

¿El hacker-troll televisivo puede cambiar la historia? Ya es un hecho que la final se “reeditará” para que sea transparen­te el proceso de coronación. Hasta se barajó la chance de regrabar la final. En cualquier caso, algo queda claro: el espectácul­o no puede obviar al espectador. Y si éste fue adiestrado para saborear sangre, de nada sirve que intenten apaciguarl­o con jarabe de frambuesa.

“BAKE OFF” PARECÍA UN ESPACIO TELEVISIVO EXENTO DE BRUTALIDAD, NINGUNA ASPEREZA SALVO BIZCOCHOS QUEMADOS.

EL HACKER-TROLL TELEVISIVO DESCENTRAL­IZA EL PODER DE LAS EMISIONES INCIDIENDO EN LA OPINIÓN PÚBLICA.

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(TELEFE) Agustina. Es una de las que llegaron a la final.
 ?? (TELEFE) ?? Damián. El único varón entre los finalistas.
(TELEFE) Damián. El único varón entre los finalistas.
 ?? (TELEFE) ?? Samanta. La más polémica de las concursant­es.
(TELEFE) Samanta. La más polémica de las concursant­es.

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