“Vivarium”, cuando los sueños son el infierno
Si para muchos es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo, la segunda película de Lorcan Finnegan confirma en clave de ciencia ficción de terror el pesimismo de esa creencia. El mundo de Vivarium no presenta alternativa, no hay en él la mínima esperanza y la vida se torna irremediablemente rutinaria, laberíntica y pesadillesca.
No se trata de una distopía surrealista, sino de la radiografía perfecta de un mundo inapelablemente horroroso, el nuestro, donde, sin que nos demos cuenta, los sueños que creemos que son el depositario de la felicidad son en realidad el mismísimo infierno.
“¿Quién soy?, ¿qué es esto?, ¿qué estoy haciendo acá?”. La película protagonizada por Imogen Poots y Jesse Eisenberg se plantea las preguntas filosóficas básicas de la ciencia ficción y pone en tela de juicio lo que entendemos por realidad. ¿No será que todo lo que hacemos por cumplir nuestros sueños no es más que un engaño?
Gemma (Poots) y Tom (Eisenberg) quieren formar una familia. Presionados quizás por el entorno y por lo que, supuestamente, son las leyes de la vida, buscan casa hasta que llegan a una inmobiliaria donde los atiende Martin (Jonathan Aris), un personaje raro, con modales robotizados y vestido como si fuera un testigo de Jehová adicto a alguna droga dura. Martin los invita a conocer el lugar de sus sueños: casas prolijas e idénticas, en filas interminables de simetría siniestra.
Lo que Gemma y Tom no saben es que ya no podrán salir de ese barrio, que, por supuesto, es la vida. La película recuerda a The Truman Show y a las películas que cuentan con un mundo controlado y diseñado para que los personajes se sientan cómodos y no puedan hacer nada más que levantarse cada día y empezar a cavar sus propias tumbas mientras crían a sus hijos, quienes, claro, repetirán la rutina hasta el infinito.
Vivarium le dice al espectador que, haga lo que haga por ser feliz y por salir de la rutina, va a morir de todas maneras y que esa es su única función y su sentido. La ideología del filme podrá ser desalentadora y, por eso mismo, reaccionaria. Pero también es una descripción realista del mundo en el que vivimos. A hacerse cargo.