“Tengo más preguntas que respuestas”
Candelaria Zamar fue nominada por partida triple en los Gardel por “Una linterna”, disco de fractura en su carrera que fue publicado un año atrás y que la confirmó como una artista con sello autoral propio.
Hay algo en la música de Candelaria Zamar que tiene que ver con el poder universal del arte. Con ese motor sensible que se encuentra en el fondo de cualquier creación estética y que se proyecta con más o menos intensidad en el producto final.
Las canciones de Zamar, y en especial las de su segundo disco (Una linterna, 2019), transmiten un aire de postal sin tiempo, de clásico instantáneo en el mejor de los sentidos. Basta escuchar Canción fantasma o Una buena cosa para sentirlo en primera persona.
Como si la cordobesa fuera otra más de esas artistas que imprimen su sello en la historia reciente de la canción latinoamericana. Una Natalia Lafourcade, un Jorge Drexler, una Francisca Valenzuela. Ese tipo de compositores que, en diálogo consciente con la tradición, se permiten dibujar un aire de vanguardia con estilo propio.
Luego de su debut en 2014 (Un vaso de agua), Candelaria se tomó cinco años para publicar una nueva entrega. Y vaya si valió el tiempo de espera: Una linterna es probablemente uno de los mejores trabajos compositivos de la década pasada a nivel nacional y confirma ese híbrido que busca Zamar entre canciones que calan hondo y expresividad sonora en sentido amplio.
Si la cordobesa ya era considerada como una cantautora diferente al resto de lo que podría ser su “escena” de pares, su segundo disco la elevó al estatus de referente de una forma de hacer que va más allá de la corriente del momento.
Hoy, a poco de haberse cumplido un año de su lanzamiento, Una linterna se ha resignificado con tres nominaciones a los premios Gardel 2020 (mejor álbum pop alternativo, mejor artista nuevo y mejor diseño de portada). ¿Una suerte de justicia poética? Eso pareciera.
Inesperado
–¿Cómo recibiste las postulaciones para los premios Gardel?
–Fue una superalegría porque no me lo esperaba. Si bien me postulé, y voté como jurado, todo el panorama pandemia me corrió la atención hacia cualquier otro lado. El día de las nominaciones me acordé tarde. Y cuando vi, me enteré de que estaba nominada, y después llegó otra. Para mí es un reconocimiento. Saber que alguien escuchó del otro lado y le pareció valioso de alguna manera me pone contenta. Al trabajar de manera independiente, con el trabajo de hormiga que eso significa, poder tener ese reconocimiento es constatar que la cosa funciona, más allá de que sigan las preguntas internas. No fue sólo una alegría, sino volver a conectar con mi proyecto en este momento de tanta incertidumbre.
–“Una linterna” cumplió un año de vida días después de eso. ¿Qué balance hacés?
–Se me vienen muchos recuerdos del proceso de gestación y de producción del disco. También la noción del paso del tiempo, ¿no? Yo tenía más presente todo lo que pasó previo a la salida, porque fue un proceso reintenso y cuando lo publiqué, fue como llegar a una posta, un lugar para descansar un poquito. Poder ver en retrospectiva todo lo que pasó después, incluida la presentación en Buenos Aires, fue muy loco. Las nominaciones fueron como ponerle un moño a todo eso. Estos meses en los que me alejé de esa música, que no lo estuve tocando, hicieron que vaya decantando de otra manera. Los procesos de los discos son un poco tortuosos para mí. Obvio que es algo hermoso, pero tiene una carga emocional muy importante para mí. Ahora a la distancia siento que va envejeciendo bien, que algunas cosas van madurando. También entendí que con eso se cierra un ciclo, y me dan ganas de pensar hacia adelante.
–¿Las nominaciones tuvieron alguna consecuencia concreta vinculada a lo laboral?
–Ojalá (risas). No, no me llegó nada concreto. Sí tengo la sensación de ese reconocimiento, como una percepción a la distancia de que por ahí esto ayuda a darle un marco a lo que yo hago. Además, me ayuda a mí a verlo desde afuera y a sentir que lo que hago ocupa un lugar. Me pone contenta estar en las nominaciones y no me resulta tan extraño, siento que laburé para esto.
–Tu música va por un camino que está más allá de lo masivo o de lo popular. ¿Te sentís un poco sola un tu universo artístico?
–Sí. Lo único que veo claro a nivel conceptual es que no me puedo obligar demasiado a ser algo que no soy o a hacer algo que no me sale. Me siento muy incómoda cuando siento que estoy haciendo algo a propósito, intentando correrme del lugar en el que estaba por un interés que no es genuino. Tengo más preguntas que respuestas (risas). No sé si mi música es para apreciar cuando está de fondo en un bar. Ojalá que sí, también, pero sinceramente no hago música pensando en cómo se va a consumir. No es para hacerme la especial ni la outsider, porque tampoco siento que lo que hago sea tan distinto. Me gustaría que me escuchara más gente. Trato de no preocuparme porque me representa demasiada presión ponerlo en esos términos. Pero pienso en eso, antes me enojaba un poco, pero comprendo que por ahí lo que hago no es tan sencillo de escuchar, o bien algo bailable. Me pregunto cuáles son las condiciones que tienen que darse para que esto pueda ser apreciado. Entiendo que por ahí hay ciertas negociaciones con el medio. Me encantaría llenar la cancha de River con mi música (risas).