Una vuelta a los orígenes del gran cine
El aclamado director retoma un guion de su padre en “Mank”, retrato del guionista que escribió “El ciudadano” de Orson Welles y que ya se baraja para el Oscar.
ESTRENO. Netflix estrena este 4 de diciembre “Mank”, filme que marca el regreso al cine del director David Fincher. La película aborda la vida del guionista de “El ciudadano”, el clásico que dirigió Orson Welles.
Una temporada atípica de premios coronados por los siempre rimbombantes Oscar se perfila con el estreno de Mank, el mentado retorno de David Fincher al cine tras varios años de paréntesis serial. El responsable de El club de la
pelea y de Red social se abocó a las series House of Cards y Mindhunter de manera reciente, ambas para Netflix, plataforma que proporciona el marco para la inminente exhibición global de Mank.
Hay algo de deseo concedido en la factura del proyecto, que en su majestuoso blanco y negro recuerda a la licencia autoral de Roma, caballo de batalla emblemático de Netflix en su afán por cosechar prestigio y al que Mank amaga seguirle los pasos. Fincher ha dado su apoyo al streaming frente al sistema tradicional de salas, argumentando que un filme como Mank –ajeno al blockbuster– no habría salido adelante de haber dependido del estreno en cines y la presión correspondiente por cortar multitudinarios tickets en la semana de apertura.
Sea como fuera, la excentricidad de la película recala en una base entrañable de largo aliento que recapitula la carrera entera del director: nada más lejano al capricho en la concreción de una idea originada en un guion que el padre de Fincher había escrito hace tres décadas.
Jack Fincher –fallecido en 2003– concibió el primer esbozo de Mank a sus 60 años, al cabo de retirarse del periodismo, inspirado en el ensayo
Raising Kane (1971), de Pauline Kael. La afamada crítica reivindica en aquellas páginas con ánimo polémico el decisivo rol de Herman J. Mankiewicz en la gestación del debut de Orson Welles, El ciudadano (1941).
El texto de Jack Fincher se enfocaba así en el grisáceo “Mank”, casualmente también periodista devenido guionista, en la era dramática en que le daba forma al libreto de uno de los más grandes filmes de la historia, al tiempo que se entregaba a un alcoholismo aniquilador.
David, por entonces joven y prolífico realizador de clips musicales, podría haber filmado el guion de su padre, pero lo cierto es que no lo convenció demasiado; su debut en cine se encarnó en Alien 3 (1992), tropiezo temprano mitigado por Se7en, los
siete pecados capitales (1995). Durante mucho tiempo, Mank fue una utopía: un filme en blanco y negro acerca de una antigua etapa del cine en la que ni siquiera Welles aparece demasiado no suena a propuesta atractiva para Hollywood.
Pero el tiempo pone todo en su lugar, y el renombre de Fincher tanto en cine –su última película, Perdida (2016), fue un inesperado suceso– como en sus series para Netflix le permitieron desempolvar las líneas paternas, súbitamente vigentes: los Estados Unidos de la Gran Depresión, golpeados por el fascismo y la desigualdad económica hacen de reflejo de los Estados Unidos de Donald Trump.
Fincher, cercano a la edad que tenía su padre cuando escribió el guion, se permite asimismo transmitir su visión desencantada de la industria cinematográfica en la fiereza de los estudios lindantes al recién nacido cine sonoro. El dueto de Mankiewicz y Welles fue un milagro artístico en un contexto cínico, así como lo sugiere la demorada sociedad entre los Fincher.
Desde el principio, Mank se asume un juego de espejos en el que laten la ilusión y la desilusión del
“Exigente”
cine, la caída y la revancha espiritual. La película tiene como eje la instancia en que un convaleciente Mankiewicz (Gary Oldman) se instala en el desierto californiano en 1940 para escribir El ciudadano, cuyo megalómano protagonista Charles Foster Kane emula sin variantes al magnate de prensa William Randolph Hearst, que “Mank” había conocido.
Una serie de flashbacks retoman el camino andado, en el que aparecen personajes como las actrices Marion Davies (Amanda Seyfried) y Rita Alexander (Lily Collins); los popes del cine Louis B. Mayer (Arliss Howard) e Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley); el hermano del protagonista, Joseph Mankiewicz (Tom Pelphrey), director de clásicos como La malvada y
Cleopatra, y el mismísimo Orson Welles (Tom Burke).
La proyección del presente es tal que llega a colarse una subtrama que envuelve la candidatura a gobernador de California del escritor socialista Upton Sinclair (Bill Nye), signada por la manipulación mediática y las
fake news, y el panorama desolador de los cines vacíos por la crisis: postal que prefiguró a la pandemia, puesto que el rodaje concluyó justo antes del evento.
Fincher ofrece en su decimoprimera película uno de sus filmes menos cruentos, teniendo en cuenta las tramas de sus producciones:
Mank ha sido comparada con la amena El curioso caso de Benjamin Button (2008). Por lo demás, el filme se anticipa uno de los trabajos clave de un realizador escurridizo: el
New York Times nombra a Fincher el “cineasta más exigente” de su país, adjetivo que define más un método que un estilo.
Tal vez el aura de “Mank” le sirva al director para encontrar la sonoridad de su cine. “Al principio no me decía mucho la situación de un hombre de mediana edad que hace las paces con su pasado. No era algo que me sensibilizara porque tenía 30 años, probablemente no entendía la oportunidad que ese guion significaba para él. Pero a medida que lo fui pensando, me di cuenta de que era la médula de donde extraer los glóbulos rojos para la historia, que tiene que ver con un hombre que encuentra su voz”, le dijo Fincher a Vulture.
Y agregó: “¿Cómo podés tener padres intelectuales que te dan todo y terminar en Hollywood? Herman y Joseph salvaron la palabra hablada en el cine. Herman seguro pensaba que estaba hundiéndose al hacerlo, y me consta que Jack lo sentía. Esta película es un espacio en el que los tres podemos identificarnos”.